lunes, 9 de marzo de 2015

¿Es lícito?

Mi madre relata, sin un ápice de exageración porque, aunque andaluza de cuna, es dada a la precisión y seriedad -quizá por carecer, como yo, de imaginación- relata, decía, el hacinamiento al que estaban sometido los pollos que en el cortijo se destinaban a la venta. Fue un negocio que fracasó pronto. El exceso de celo hizo que en un par de años las pérdidas por la muerte de los animales lo hiciera inviable. Cuenta con tristeza, a pesar del tiempo transcurrido, que una noche de pleno invierno, con el suelo cubierto por la nieve -un milagro en La Lantejuela- la mitad de los pollitos recién nacidos murieron asfixiados por el calor., porque, temiendo que pasaran frío, conectaron las estufas que debían climatizar el gallinero a una temperatura excesiva. No le entristece, sin embargo, recordar que los bichos estaban unos pegados a los otros, tan juntos que apenas se podían mover. Cuanto menos se movían, más tierna estaba la carne y más engordaban. Le gustaba embuchar a las aves obligándolas a tragar una papilla de maíz con un embudo y, a las ponedoras, comprobar si estaban a punto de soltar su regalo (toc-toc-toc... dejo a la imaginación de cada uno descubrir qué había que hacer para saberlo). 

Hoy día, gracias a los derechos de los animales, sería imposible criar así a las gallinas. A los humanos civilizados, nos gusta creer que nos preocupamos por todos los seres vivos, aunque, a menudo, da la sensación que nos olvidamos de los de nuestra misma especie.

No puedo evitar que me guste la música pop surcoreana (sí, muy friki), más conocida como kpop. La mayoría de los niños y adolescentes coreanos, según los documentales que se pueden ver en Youtube y algunos artículos de prensa, quieren ser ídolos, estrellas fulgurantes de la música pop; para ello estudian canto, danza, ingles... a las horas lectivas les añaden un sinfín de actividades extraescolares que convierten sus días en interminables jornadas capaces de obligarlos a dormir en los traslados de unas clases a otras. Los pocos que despuntan deben adaptar su físico a su voz. Pocos son los ídolos de la k-pop que han dejado intactos sus ojos, los operan para hacerlos más grandes, redondos y darle un pliegue al párpado superior para que parezcan occidentales. Muchos otros han operado tanto sus rostros que no se parecen en nada a sus fotografías que de la infancia. También sus cuerpos deben ser dignos de la contemplación. Los cuerpos femeninos asiáticos, tendentes a la moderación y fragilidad, se llenan de curvas de silicona y los masculinos, de músculos bien definidos no siempre gracias al gimnasio. Y todo para durar hasta las primeras señales de madurez o el primer error que les retire el favor de las fans. 



El artificio y moldeado de un producto para satisfacer al consumidor (los ídolos del kpop) son tan forzados como las gallinas de la infancia de mi madre. Resulta inevitable preguntarse si es lícito permitir la satisfacción de un placer sabiendo que, en parte, está fundamentada en el sufrimiento ajeno.

2 comentarios:

  1. es lícito permitir la satisfacción de un placer sabiendo que, en parte, está fundamentada en el sufrimiento ajeno? es la pregunta que has hecho. En el caso de los pollos, ellos no tenían elección, contrario a los artistas, sean de donde sean. En lo personal estoy en contra de las modificaciones corporales, nada que ver con religión, pero respeto la decisión de quienes lo hagan. Dudo mucho, que los artistas no puedan tener la decisión final sobre si hacérselas o no, pues si bien los medios tienen una manera muy convincente de presionar, la decisión, sigue estando en sus manos. En tanto, sería muy hipócrita de parte de ellos decir que están sufriendo por culpa de sus fans, cuando ellos mismos pueden bajar ese interruptor. Dicho esto, creo que la pregunta no tiene lugar, respecto a los artistas, pero la pregunta en sí, mi respuesta ante ella, sin ningún tipo de argumento de por medio, es un rotundo NO.

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    1. Tienes razón: aunque a veces es difícil de resistirse a las tentaciones que nos resultan placenteras.

      Respecto a las cirugías: puede que en última estancia sea el cantante el que decida, pero no creo que tenga plena libertad para hacerlo. Primero, porque suelen ser adolescentes, algunos menores de edad, y porque si se han tirado toda la vida trabajando para conseguir algo, si el mánager le aconseja que se haga unos retoques o pierde su oportunidad de convertirse en una celebridad, sin duda terminará pasando por el bisturí.

      Es raro encontrar uno de estos ídolos surcoreanos con el rostro y el cuerpo sin reformar en un quirófano.

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