lunes, 30 de marzo de 2015

La excluida

Con mi cuñada desaparecen las fronteras imaginarias que existen entre las mesas de los restaurantes y que preservan la intimidad. Habla, y los comensales que estaban a punto de marcharse, prolongan hasta lo inimaginable el último trozo de tarta o piden otro café. Sus historias no son increíbles. Algunas hasta se pueden considerar insignificantes. Es la forma de contarlas, sus interjecciones y exclamaciones, lo que se convierte en un anzuelo. 

- ¿Sabes que a tu sobrina la acusaron hace dos semanas de hacerle bullying a una compañera? -pregunta y se calla para que asimile la noticia. 

Siempre hemos tenido miedo que sea ella el objeto del acoso escolar, pero aterra igualmente imaginar que sea capaz de hacer daño a una compañera. Sólo unos segundos de duda. Cuando a su perro lo castraron -una operación preventiva, al parecer los testículos tiene alguna relación con la posible ceguera del bicho en la edad adulta-, la niña se convirtió en una magdalena, contagiada por el quejumbroso llanto del perro. Puede soportar sin protestas que le agujereen los brazos para sacarle sangre pastosa por culpa de la deshidratación, pero ante el dolor ajeno, llora. Por supuesto, como todo ser humano, tiene sus defectos (tal vez, el mayor de ellos, la pereza, transmitido por su madre, contagiado más por aprendizaje que por genética). Pero la maldad, por mucho que se ahonde en su idiosincrasia, no es uno de sus defectos. 

Llamaron a mi cuñada un lunes a última hora de la mañana para que fuera al colegio al día siguiente. Ya le advirtieron del tema a tratar. El castigo, anular la suscripción a sus clases de teatro, fue prematuro. La niña que acusaba a mi sobrina de bullying alegaba no haber sido invitada a la celebración de su santo, no querer emparejarse con ella para hacer los cortos o las fotografías artísticas que les piden en la clase de artes plásticas,  no irse con ella durante los recreos... En pocas palabras: no querer ser su amiga. Mi cuñada lamenta que el director le pidiera perdón de inmediato. Le hubiera gustado montar un pollo

El castigo sigue en pie. Cuando mi sobrina supo con detalle qué había hecho mal, para tormento de su madre, invitó a la compañera que la había acusado de bullying a hacer con ella una maqueta para la clase de plástica. Todos sabemos, incluso mi cuñada, que mi sobrina es mucho más madura que ella.

No hay comentarios:

Publicar un comentario