miércoles, 21 de enero de 2015

Las miradas (historieta)

Para la Escoradita los árboles son horizontales y el mar, que aún no ha visto, es una infinita línea vertical que separa en la lejanía el agua del aire. La niña sería feliz si la dejaran vivir para siembre bajo las mantas de su cama, con sus cuadernos de dibujo y lápices de colores. No le importa no saber dibujar muy bien, se esfuerza. Envidia a Miguel, su compañero de pupitre en el colegio. A él le divierte el colegio porque se pasa todas las clases, incluso las de dibujo, garabateando en su cuaderno. Los garabatos son caricaturas de sus compañeros, de los profesores, de un perro que pasa por la calle y ve a través de la ventana. Sólo desconocer a la persona permitiría al dueño de los ojos que contempla las viñetas no saber identificar a quién parodian. Únicamente a la Escoradita la dibuja tal como es, por eso no son amigos. 

Miguel ya ha crecido todo lo que tenía que crecer. Tiene que engurruñirse en la silla para que su hombro quede a la altura de la cabeza de la Escoradita cuando se queda dormida, cosa que ocurre casi todos los días después del recreo, mientras hace la digestión del bocadillo y el sol que entra a raudales por las ventanas obliga a bajar las persianas y sumir el aula en penumbra. El sueño la vence porque duerme en la misma habitación que su abuela, a quien la edad le ha castigado permitiéndole recordar sólo el pasado. Cree estar en el internado donde pasó su adolescencia, junto a su compañera de cuarto, y de claro en claro no da descanso a su lengua, contando historias dignas de confesionario, llenas de sexo y lujuria.  

El pelo de la Escoradita huele a fresa, a coco, a vainilla... dependiendo de la oferta del champú en la única tienda del pueblo. Cuando nota que la niña se va a despertar porque se agita sobre el hombro que le sirve de almohada, Miguel finge dormir también. A la profesora no le importa. A los que obligan a sentarse en la última fila, son los descarriados, sólo se les exige ser fantasmas: inexistentes. La Escoradita no debería ser uno de ellos. Se toma en serio los estudios y es inteligente. Si la profesora corrigiera algún día por error uno de los exámenes de la Escoriadita, se llevaría una sorpresa. Pero es una mujer muy perezosa, y al ver los apellidos y nombre de la alumna, sistemáticamente pone un suficiente, sin tomarse más molestias; después de todo nada esperan de la niña porque en cuanto sea mayor de edad el Estado se ocupará de ella por estar lisiada. La nota correcta le permitiría sentarse en las primeras filas, junto a Juan Pedro, y ya no tendría que forzar el cuello para mirarlo constantemente, dos o tres veces por minuto, como si verlo fuera tan imprescindible como respirar. 

Por Navidad, a la Escoriadita le regalan dinero. Tanto que Miguel imagina que sobraría para pillar una cogorza con limonada. Le ofrece la mitad a cambio de que utilice la otra mitad para apostar con Juan Pedro a que no es capaz de tener relaciones sexuales con ella. Miguel debe fingir que la idea ha salido de su escasa sesera de troglodita. Negarse sólo sirve para que otro tome su lugar. Al día siguiente Juan Pedro enarbola una prenda íntima de la niña manchada de sangre como si se tratara de una bandera delante de un batallón enemigo. Sin embargo, la sonrisa no desaparece de los labios de la Escoradita y esa mañana, mientras duerme apoyada en el hombro de Miguel, después de haber susurrado como excusa: ¿Quién me va a querer tocar si no es así? ronronea delatando un sueño feliz, tal vez no del todo inconsciente. 

4 comentarios:

  1. Por culpa de tu historieta me he vuelto un poquito menos ignorante. Ahora, volviendo al tema, muy entretenida la historieta, pero como toda historia tiene una inspiración... de dónde vino esta? Y qué suerte que tuvo Juan Pedro!!, a mi jamás me pasa algo similar...

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    1. Tengo una sobrina que tiene escoliosis (su columna forma una S). Ha sufrido un martirio hasta ahora. Crecía a gran velocidad (con 13 años mide 1.65 m) y los corsés que le hacían (de plástico rígido) le quedaban pequeños a los pocos meses. En verano le salían llagas por culpa del calor. Tanto sufrimiento para nada. En la última revisión le han dicho que su única solución es operarse.

      Pero lo de acostarse por dinero ha sido culpa de una compañera de piso que tuve en el segundo curso de la carrera. Tenía complejo de fea. No era espectacular, pero tampoco fea, sin embargo, solía tener relaciones con personajes bastantes desagradables: desdentados, con aspectos de locos y sin perspectivas de tener una relación seria. Y entretanto, mi compañero Miguel, un friki de la informática, estaba completamente colgado de ella, pero nunca le dijo nada por timidez. De ese enamoramiento sólo salí beneficiada yo: tuve el ordenador en inmejorables condiciones durante todo el curso.

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  2. AH!!! ya veo por qué de mi mala suerte con las mujeres! es que ser aficionado con las computadoras las aleja! Tomo nota...

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    1. Qué va. Al contrario. Siempre nos quedamos colgadas de quien es capaz de resolver los problemas informáticos. Además, ¿quién, hoy día, no es un aficionado o aficionada a los ordenadores? A ver si te va a pasar como a mi compañera, que no confiaba en su sex-appeal

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