sábado, 2 de agosto de 2014

La nada

¿Será esto el famoso bloqueo del escritor? ¿Podemos sufrirlo quienes nos limitamos a juntar palabras para colgarlas en el ciberespacio? Hoy no tengo ganas de escribir de nada. No es que no se me ocurran temas. Donde vivo basta con asomarse a la ventana para tener media docena de asuntos sobre los que tratar. Unos ejemplos: podría escribir sobre la inactividad en Granada en el mes de agosto, todas las tiendas de mi alrededor están cerradas por vacaciones. O de uno de mis vecinos de enfrente, que se muda. Una pena. Este sujeto solía salir al balcón en gayumbos, tipo bóxer. Los tenía a rayas, a cuadros y lisos. Guille y yo los utilizábamos para apostar. Quien adivinaba cuál llevaba ese día, se libraba de fregar los platos del almuerzo. Siempre ganaba yo. Guille no se dio cuenta que el sujeto seguía una pauta. También podría hablar de la falta de respeto que tiene la gente por sus semejantes: hay un coche aparcado justo en el paso de peatones. O de la adicción que muchos tienen a los móviles (una adolescente se ha dado una leche en la rodilla contra un banco por ir escribiendo un mensaje).

Dentro de la casa también hay sobrados temas. El añorado Mambrú ha sido sustituido por unos insulsos vecinos que parecen fantasmas. Shhhhhhhh, no los despertéis. Daba más juego mi vecina la fornicadora ruidosa. Siete personas viven en dos habitaciones y un salón. No hacen ningún ruido. Sólo se les escucha entrar y salir porque su puerta es de seguridad y está un poco descolgada por el peso. Ahora no se oye nada al otro lado de la menguada medianería. Por la noche, acompañado por el canto del grillo, se puede oír un zumbido constante, a cualquier hora, como el de una máquina de coser o una pulidora. 

Tal vez debería ocuparme del grillo antes de que llegue Guille. Ya me imagino a los dos buscando al bicho en mitad de la noche para atraparlo y llevarlo a los jardines del Genil. Guille no soporta los ruidos constantes. Tal vez le moleste más el zumbido de los vecinos de la medianería actuales que el jaleo de los anteriores. 

Quizás podría escribir sobre mi sobrina, que es una fuente inagotable de asuntos porque siempre anda fuera de casa y rodeada de niñas a las que le ocurren cosas tan normales como que se dos de ellas se enamoren del mismo chico -tienen todas alrededor de 13 años- o que, más dickensiano (¿existe esta palabra?), una de ellas se haya tenido que enfrentar a un juicio porque su padrastro le dio una paliza, el padre real lo denunció, y ella tuvo que mentir y echarle la culpa de los moratones a su hermanastra más pequeña. 

Más temas: sobre las vacaciones. Tengo preparado un borrador que hasta tiene título. Por lo general los títulos aparecen, como por arte de magia, sin ningún esfuerzo, en mitad de un escrito. O sobre un documental que vi ayer: Súper poderes. Por el título, parece un pastel, pero es muy interesante. Habla de nanotecnología, entre otros cosas. 


Pero la verdad es que hoy no tengo ganas de escribir sobre nada. Puede que sea porque ayer estuve en la piscina de unos amigos y me entró agua en el oído y hasta hace un rato tuve una molesta otitis. ¿Estamos a la misma temperatura dentro que fuera del cuerpo? Al salirme un chorrito de agua del interior del oído, quemaba.

... Por lo tanto, hoy no escribo. Ya volveré a darle a las teclas cuando tenga ganas de juntar palabras con algún sentido. 

5 comentarios:

  1. Me has dejado tirado en el piso de la carcajada que he soltado. Menos mal que vivo sólo y lo leí en casa. En la oficina me hubiesen llevado a emergencias. Es que no suelo reírme al punto de no poder respirar. Si sin ganas de escribir nos deleitas tanto, imagínate si estuvieses absolutamente inspirada. Por ahora, ya que no quieres escribir, haré justicia al internet recién retornado: copiar, pegar, publicar.

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    1. Huy, qué bien, porque en mi casa materna dicen que soy una desaborida y una siesa.

      Por fortuna no tengo el mismo problema que un paciente de mi tío Fermín (tenía una consulta de psiquiatría en Madrid -ahora ya está jubilado). El paciente escribía constantemente. Creía que si no dejaba por escrito todo lo que pensaba, se le olvidaría y dejaría de ser él mismo.

      Sería muy doloroso (el hombre seguía escribiendo aunque le salían ampollas en los dedos) pero menos para mí que para quien me leyera.

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  2. Buen entretenimiento eso de buscar un grillo. Lo difícil es localizarlo en un trigal, parece que el viento despista de donde viene el constante canto, pero de niños lo consiguíamos. Había dos métodos de que saliera del agujero, a saber:
    - Se metía un palito hasta el fondo.

    -Si no daba resultado el palito, se recurría a orinarse en la entrada del agujero y seguro que el animalito salía. ¡Infalible!.

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    1. Con su permiso, pero ¡qué felicidad vivir en el campo y disfrutar de las cosas que una ciudad atestada y bullosa jamás ofrecerá! correr hasta quedar sin aliento, perseguir gallinas, las guerras con pelotas de arena... gustos que muy pocas veces he podido disfrutar. Supongo que esa libertad vendría con ciertas limitaciones, pero usted nos dirá cual tendría mejor balance, la niñez de aquel entonces, la niñez de hace unos veinte o treinta años o la niñez de ahora.

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    2. No me imagino miccionando en mitad del parque para hacer salir al bicho (esa labor se la dejaré a Guille). Nunca he ido a cazar grillos. Parece divertido. Gracias por el truco. Aunque ayer ya no lo escuché. Me di cuenta cuando ya era casi de día. Puede que se haya apareado o muerto (pobre animal, espero que sea lo primero).

      A mí también me encanta el campo. Vivir es Granada permite no tener que añorarlo. En cualquier dirección: hacia un lado u otro del río, por el cementerio, hacia el Zaidín... se puede llegar al exterior de la ciudad y poder disfrutar de los caminos sin asfaltar y de la vegetación salvaje. Incluso perdiéndose por algunos de los caminos del bosque de la Alhambra, da la sensación de estar muy lejos de la civilización.

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