miércoles, 27 de agosto de 2014

La mujer que gritaba a los animales

¿Qué pensarán los animales? En estos momentos tengo poca relación con cualquier bicho que sea de mayor tamaño a algunos milímetros (mosquitos y moscas, principalmente), aunque en teoría soy dueña de una perra llamada Tula. La cuida mi suegro biológico. Considera (creo que correctamente) que los animales deben disfrutar de un espacio amplio y de bastante libertad (vive en el campo), ¿o es que a ti te gustaría que te obligaran a ir al baño una o dos veces al día y al antojo de otra persona y no de tu vejiga o tus intestinos? (estas son sus palabras). 

Cuando era pequeña, sobre todo en verano, los animales se convertían en nuestros juguetes. Literalmente: jugábamos a las canicas con las cochinillas que encontrábamos bajo algunas piedras. Era un juego acelerado y urgente porque los bichos podían dejar de estar asustados y alejarse caminando del agujero donde había que colarlo. O en nuestros compañeros de juegos: toreábamos el enorme pavo de mis vecinos con una toalla de playa que parecía una bandera del orgullo gay. El animal parecía odiar los colorines. Lo más curioso es que ganaba quien se llevara la mayor cornada (el picotazo más profundo -siempre nos advertían: Que os puede saltar un ojo; pero con cinco, siete o diez años, no conoces el peligro). Pensé que toda mi vida sería igual. Ahora veo una avispa, y corro despavorida. 

La mitad de la semana pasada pude recuperar muchos recuerdos de mi infancia gracias a una de mis tías. Estaba enfadada. Sus tres hijos se han ido de vacaciones y le han dejado todos los animales domésticos que tienen: el hijo mayor, un perro y unos canarios; el hijo mediano, un perro; la hija más pequeña, un conejo y un par de tortugas. Vive esclavizada por culpa de los bichos. Se ve obligada a sacar a los perros, soportar el canto de los canarios (que puede ser agradable durante cinco minutos, pero entran ganas de desplumarlos después de una hora completa), darles de comer y pasar constantemente la aspiradora porque el conejo está perdiendo el pelo. Me quedé para echarle una mano con los animales y para ayudarla a arreglar algunas cosas en la casa. 


Pillado de Youtube (quería sacar una foto al conejo para no tener que describir su fealdad -una imagen vale más que mil palabras- pero me quedé sin batería en el móvil)


Los animales parecían entender la situación. Sobre todo uno de los perros: veía a mi tía aparecer por la puerta del patio, y corría a esconderse entre las macetas. Parecía tenerle tanto miedo que casi siempre dejaba un rastro de orina en el suelo, y eso que mi tía se limitaba a gritarle. 

Cuando volví a mi casa y hablé con mi madre, después de explicarle que el conejo era muy feo, pelón, con muchas calvas, como si tuviera tiña, dijo: Huuuuuy, pobre de tu tía. El conejo es coneja y dentro de unos días sí que va a estar enfadada tu tía. (Al parecer, las conejas pierden el pelo poco antes de parir para hacer una especie de nido para sus crías). 

4 comentarios:

  1. Ja, ja, ja. ¿Y tu tía conoce ya la buena nueva? La escena me recuerda a la canción de los payasos. "Y la tía Blasa, hecha un jabalí, le decía así: Pepe trae la escoba que te doy con ella"

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    1. No, aún ni lo sospecha. Espero que mi prima llegue antes de encontrarse con un montón de conejillos recién nacidos (creo que pueden tener hasta 12 crías). Pero me temo que no será así porque, siempre con la información proporcionada por mi madre (que de animales sabe mucho) asegura que en un mes el embarazo de una coneja está resuelto, y mi tía lleva con la coneja desde principio de agosto. Tenía la esperanza de que al ver las crías, se enterneciera, pero me temo que ocurrirá todo lo contrario porque las crías, los primeros días, son muy feas.

      Te deseo una feliz vuelta al cole.

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  2. Por lo que puedo inferir, a tu tía no le gusta mucho los animales que se diga. El hecho de que se haya encargado de las mascotas de sus hijos, supongo que demuestra que los quiere mucho. Lidiar con personas no es fácil, y lidiar con mascotas, que sobre todo ni son de unos ni entienden de frases u gestos (los perros y gatos con un poco de paciencia aprenden frases y gestos, te lo dice alguien que lidia con gatos y tuvo una ex amante de los canes) pero conejos y tortugas... Es fácil perder la cabeza y dejarse alterar las emociones cuando se tienen que cuidar cosas que no son de uno, y sobre todo cuando te alteran por completo la rutina diaria.

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    1. Sus palabras y quejas, es de alguien a quien no le gusta los animales, sin embargo, por su comportamiento, se deduce todo lo contrario. Una vecina le aconsejó que dejara abierta la puerta del patio para que se escapara el conejo (a mi prima le ocurrió en una ocasión en su casa, no habría podido quejarse); pero mi tía se negó a hacerlo, temiendo que un coche pudiera pillarlo y espanchurrarlo (no habría servido ni para echarlo a la paella).

      Por fortuna ya cada bicho ha vuelto con su dueño, sanos y salvos.

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