miércoles, 11 de junio de 2014

Matar al mensajero

¡Manda huevos! (ya sé que está mal escrita, pero esta expresión da a conocer, mejor que la correcta, mi asombro). Hace un rato, al leer el periódico, El País digital, me he enterado que quieren expedientar a un miliar por las opiniones de uno de sus personajes del libro que ha escrito (menos mal que ya ha muerto, porque estos lumbreras serían capaces de meter en la cárcel a Vladimir Nabokov por pederasta).

A los escritores novatos, en casi todas las películas que he visto, se les aconsejan que escriban sobre lo que conocen, y, sin duda, un militar lo que mejor conoce es su entorno. En su libro, el teniente Luis Gonzalo Segura, da a conocer varios datos con bastantes visos de realidad, los que han hecho enfurecer a los mandos militares. ¿Es creíble el reparto arbitrario de condecoraciones? A mi padre lo expedientaron porque mi madre tuvo unas palabras con la mujer del capitán (asunto de celos)... ¡para no creerlo! Al final quitaron la mancha de su expediente, pero no le concedieron una medalla que le correspondía por tener, no recuerdo cuánto tiempo, el expediente limpio. ¿Es creíble el recorte en el presupuesto de la comida a la tropa para poner una sauna a los altos mandos? Casos en concretos como éste no lo he conocido de primero mano, pero sí que muchos sargentos que hacían cocinas terminaban engordando sus cuentas corrientes. En concreto, a uno de mis vecinos lo llamaban El Sopa de Ajo. Como era económica hacerla, la ponía casi todos los días, y como exigían a la comida un aporte de calorías mínimo, consiguió que el encargado de dar el valor del aporte energético de cada comida, subiera de 500 a 2000 kcalorías el plato de sopa (ser niña en un destacamento de aviación te convierte en sorda e invisible para los adultos y terminas enterándote de muchas cosas que no deberías). 

Foto: El País digital


Todos los datos creíbles que aporta el Teniente Luis Gonzalo en su libro, en lugar de ser examinados y estudiados por quienes corresponden, le ha hecho ganar un expediente y la posibilidad de ser echado del ejercito. Nunca he creído que la inteligencia y el ejercito se lleven bien, pero jamás había imaginado que llegara a tales extremos de demostrar la estulticia de quienes mandan. Pero veamos el asunto desde un punto positivo: El Teniente Luis Gonzalo, gracias a un injustificado expediente, está teniendo una propaganda que le hará aumentar la venta de su libro. ¡Bien por la gilipollez ajena!!!!

2 comentarios:

  1. A pesar de que entiendo que la disciplina deber formar parte sustancial de todo ejército, no debe confundirse con la arbitrariedad, el capricho y la gilipollez de los mandos. Ignoraba que esas cosas tuvieran lugar en estos tiempos.
    Como anécdota contaré que la sopa de ajo formaba (no se ahora) parte esencial de la Marina desde siglos atrás, pero como un reconfortante después de salir de las guardias de madrugada en alta mar. En realidad era un caldo algo espeso de huevo revuelto, ajo agua y pan. No me gustaba, pero su ingesta en esos momentos, efectivamente,"reavivaba". Por lo demás, en los buques de guerra en general, al menos desde los años sesenta que fue mi caso, comíamos variado y bien. En el mio teníamos hasta una máquina para hacer helados en bastantes ocasiones. Todo muy "americanizado".

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Supongo que en ese caso sí era agradable tomarse algo caliente. En la época que yo recuerdo por haber acompañado a mi padre, los últimos años de la década de los 80, la calidad de la comida dependía del sargento y el teniente que estuvieran de cocina. Si buscaban embolsarse gran cantidad de dinero a costa del alimento de los soldados, comían mal, si eran más o menos decentes, ese mes se comía bien.

      Lo que recuerdo con mucha nitidez era la mugre del suelo de la cocina (aunque siempre había algún ordenanza pasando la fregona) y lo bruto que era todo. Las ollas (más conocidas, con sorna, como perolas), eran tan grandes que en una ocasión me metieron en una de ellas para gastarle una broma a mi padre y me parecía enorme (tendría unos cinco años de edad); aún más grande desde dentro que desde fuera.

      Eliminar