miércoles, 18 de junio de 2014

Entre líneas

Cuando era inmadura (cuando era aún más inmadura), creía odiar a quienes tienen la costumbre de doblar la esquina de las páginas de un libro para señalar el punto de lectura. Como si los libros fueran animales heridos y sólo yo pudiera protegerlos de la barbarie de algunas personas, y como si odiar a alguien por tan poco, tuviera algún sentido. Ayer recordé esa idea tan ridícula porque el libro que leía tenía muchas páginas con la arruga que delataba que habían sido dobladas. El libro era muy malo, una de esas noveluchas pornográficas disfrazadas de novela romántica, tediosa y aburrida pero que he leído con mucho interés porque pertenecía a la ex de Guille. Poco antes de navidad le devolvió a Guille algunos libros que tenía en su apartamento, y entre ellos venía la novela. No creo que fuera un error porque no pasaban de media docena y la novela no es un folletín delgaducho, tiene cuatrocientas y pico páginas. Es complicado que le haya pasado desapercibida. Me decepcionó ver que no tiene ni un comentario al margen, ni una sola frase subrayada (claro, que el libro tampoco proporciona nada que quiera recordarse). 



Al abrir sus páginas, lo olí. Los libros que fueron de mi padre aún huele a tabaco. Esperaba que el libro de la ex de Guille tuviera reminiscencias de un perfume denso y caro; pero no huele a nada. La ex de Guille es de lectura lenta, de aburrirse pronto, o de tener muy poco tiempo. Cada pocas páginas -cinco o seis, no más- hay una esquina con la señal de haber sido doblada. Soy infantil y disfruto encontrando manchas de comida o dedos pringosos en el papel, como si cada pequeño defecto que le pueda atribuir la separara aún más de Guille.  

La historia de la novela es bastante retorcida: una mujer de 39 años y el siglo XX despierta una mañana en el siglo XIX y en el cuerpo de otra mujer mojigata de 21 años casada con un barón el que, durante un año, le ha permitido ser casta. Me gusta el erotismo; pero el sexo explícito de este libro, sobre todo los diálogos del protagonista masculino, me recuerdan bastante a esos don juanes de playa de bañador ajustado y cadena de perro dorada al cuello que pretenden seducir a la primera que se le ponga a tiro asegurando que te comerán la almeja hasta volverla a la vida. 

2 comentarios:

  1. Jamás se me olvida el dicho que reza: "todas las exs nos quieren infelices y preferentemente muertos, mientras nuestras parejas actuales quieren un borrado de memoria completa"... bueno algo así se parafraseaba. Yo aún no tengo esa dicha, voy por la etapa de la ex, falta la etapa siguiente.

    Yo jamás he sido un consumidor de libros. Además heredé el proceder de mi madre, de que los libros son sagrados, y no deben ser doblados, rayados, marcados, subrayados, deben leerse nuevos y terminarse como si fuera de librería. tuve graves problemas con un profesor en secundaria, pues era de los que revisaba nuestros apuntes en los libros, y el mío... resolví sacarle copias a cada tema y subrayar sobre ellas, para luego reusar las hojas para apuntes temporales. (Siempre he procurado las tres R, ropa, romance y que rime, no esas no, reusar, reducir, reciclar, esas sí). y cuando estaban totalmente rayadas, hacer origamis con ellas.

    Lo que separa el erotismo, del sexo explícito es un hilo muy delgado, invisible, que sólo buenos escritores consiguen: palabras oportunas, la descripción de la sensación, el que permite que la imaginación fluya sin demasiada dificultad, pero sin llegar a aplacarla con términos genitales propios de un regeeton barato. Por mis ojos han pasado relatos dignos de estar en un podio y otros que... sirven de ejemplo para no escribir de esa manera.

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    1. Yo creo que no soy frígida -hasta me excita bailar un tango-, me encanta el erotismo, pero me aburre mucho la pornografía. Yo creo que la diferencia entre una y otra está en los preliminares. La retahíla de actos explícitos sexuales sin mucha explicación entre unos y otros, llega a ser tedioso.

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