lunes, 23 de junio de 2014

El protector

Complacer al cliente y quedar satisfecho con el propio trabajo, es muy complicado para un arquitecto (menos para los arquitectos estrella, de quienes se busca más su nombre que un edificio que satisfaga las necesidades de quien lo contrata). Por lo general, nos intentamos imponer al cliente porque su experiencia es muy limitada y lo que parece muy bonito sobre el papel, resulta ser incómodo, inviable o feo en al realidad. Siempre intentamos compaginar la estética del edificio con la comodidad para el cliente, pero todos tenemos manías y hacemos prevalecer, cuando es imposible compaginarlos, uno de los dos puntos. Hay quien prefiere buscar la belleza de la construcción y quien, como yo, preferimos la comodidad en el uso de la vivienda o local. 

Para los pueblos costeros de Málaga, tenemos un colaborador. Un arquitecto, ya jubilado, que se dedica a conseguirnos proyectos y a servir de mediador entre los clientes y nosotros. Él se ocupa de hacer los primeros bocetos y correcciones de los anteproyectos que le enviamos -supuestamente, con las preferencias del cliente-. En las modificaciones que solicita se adivinan sus propias preferencias, ignorando las del promotor. Cuando me canso, suelo pedirle el número de teléfono del cliente, para quedar directamente con él; pero no siempre me lo da poniendo excusas peregrinas, como que lo ha perdido o que el cliente le ha solicitado que no se lo dé a nadie. Pensaba que me ninguneaba.

Estos días nuestro colaborador anda pocho (según sus palabras). Aprovechando que fuimos a la playa el sábado por la mañana, nos acercamos a verlo. Está hospitalizado en Carlos Haya. Le queda para más de una semana (que supongo que se le hará interminable porque los hospitales tienen la facultad de dilatar el tiempo). Algunos asuntos urgen, y me pasó su agenda para que tomara nota de los teléfonos. Junto a uno de esos números que no había querido facilitarme, el comentario que ponía al margen, me enterneció: Cliente muy brusco. Quitárselo de encima a Queca

4 comentarios:

  1. En verdad es que es todo un detalle de delicadeza de ese señor.

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    1. Sí, muy amable. Hasta el momento de leer el comentario en la agenda, pensé que era al contrario: que intentaba proteger a los clientes de mí.

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  2. Hasta el momento he tenido la dicha (o más bien desdicha) de no tener que lidiar con clientes propiamente, pues de esos asuntos se encarga mi jefe, y como ya conozco las premisas y preferencias de él, por lo general el desarrollo de los proyectos es bastante fluido, con excepción de los cambios bruscos de alguna disciplina que interfiera con la nuestra y que a lo cual no podemos objetar.

    Una cosa sí siempre me han dicho: si el cliente supiese, no nos contratara. Así que, mientras se puedan cumplir con los caprichos de los clientes se complacen, pero si apenas aparece alguna contradicción, prevalece nuestro criterio. Hasta el momento nos ha funcionado. Con suficiente explicación se puede convencer al cliente. Aunque estoy seguro que ya te habrás topado con alguno de esos que no entienden absolutamente nada de lo que se le explica, pues lo única verdad que prevalece es la suya.

    tu colaborador me recuerda a aquellos maestros que siempre son estrictos con sus alumnos, y por ello siempre tienen mala reputación, hasta que un día esos alumnos se topan con pruebas que superan gracias a la disciplina infundada por el maestro. Por lo pronto, sin saber quien es, espero que se recupere pronto, pues estar pocho (mi vocabulario está enriqueciéndose gracias a ti) no es para nada agradable, ni siquiera para evitar trabajo.

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    1. Qué suerte tienes (por no tener que lidiar con los clientes). Ayer mismo me topé con uno que no tenía ni idea de leer un plano. Tuve que explicarle qué era cada cosa (ni conocía la palabra inodoro). Pero es mejor ese tipo de cliente, que al final te dicen: yo quiero un dormitorio grande, un baño grande, un salón para dar envidia a mis vecinos, y lo demás, que quede bonito; que el tipo de cliente que se cree arquitecto e intenta interferir hasta en la estructura y su armadura.

      A mi colaborador le quedan cinco días en el hospital. Pero va mucho mejor. Tenía algún problema con una válvula (en realidad lo de pocho era un eufemismo, fue algo de relativa gravedad).

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