miércoles, 2 de agosto de 2017

Las salas del eco

Mi primo Nicolás comenzó a perder pelo desde muy joven. Ahora su cabeza luce como una enorme y bonita bola de billar. Brilla. Su calva le da encanto, pero él se obstina en volver a tener pelo. Creo que ha probado todos los remedios existente en las farmacias, parafarmacias y herboristerías. Todos esos remedios suelen asegurar que son eficaces en un 99% de los casos, pero él siempre tiene la mala suerte de estar en el 1% de los fracasos. Yo le digo que se fije en actores como Bruce Willis. Se gana la vida con su imagen, tiene todo el dinero inimaginable para gastar en retoques de estética y, sin embargo, está tan calvo como él. Por desgracia los deseos de mi primo son superiores a su sentido común. 

A mi cuñada le ocurre lo mismo pero con los remedios adelgazantes. El último que tomó eran unas pastillas que, aseguraban que para ser eficaces, la paciente debía tomar tres vasos de agua antes de cada comida. También le aconsejaba una dieta semanal que, diariamente, no superaba las 1.000 calorías. Seguro que con esa dieta, si suprime las pastillas, adelgazará más rápido porque a la fuerza las pastillas le aportarán alguna caloría. 

Mientras esperaba en la peluquería a que me tocara el turno, leí un artículo en una de esas revistas que suelen acompañar a los periódicos los fines de semana. Los médicos solicitan que en las farmacias no se vendan productos homeópatas. Espero que consigan su propósito, si no lo han hecho ya. Y que de paso, se deshagan del montón de remedios que son más promesas que realidades. Si lo hicieran, las farmacias se convertirían en salas vacías llenas de eco. 

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