viernes, 11 de agosto de 2017

La herida del silencio

Cuando era pequeña, mi hermano mediano me enseñó que para cabrear a mi hermano mayor sólo tenía que repetir una y otra vez: Niño al agua. Niño al agua. Se ha caído un niño al agua.... La frase la había sacado de una película (no sé cuál), y la verdad es que resultaba efectivo. Antes de poder repetir por tercera vez aquellas palabras, ya estaba bocabajo, cogida por los tobillos. 

En mi anterior piso, sobre todo en los meses de verano, de 6 a 8 de la tarde, recordaba constantemente aquella frase porque un chaval de los alrededores ensayaba con su tuba una y otra vez, repitiendo la melodía difícilmente reconocible de la Guerra de las Galaxias. 


Hace un rato he dejado el trabajo que estoy haciendo porque fuera se escuchaba música (son las seis). Parecía un disco de Paco de Lucía o de algún otro guitarrista muy bueno de flamenco. La música ha cesado, se ha escuchado un carraspeo, y reanudado con una voz femenina que susurraba una canción muy bajita, Ha durado muy poco. Un: Que te calles, coño, ha devuelto el silencio. 

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