sábado, 6 de junio de 2015

El agotamiento

Herencias. Suelen ser una ruina. Dos días después de la muerte de mi abuela materna, mi tía Lola montó en cólera al enterarse que no había quedado nada para repartir. Mi abuela había muerto mucho antes de hacerlo su cuerpo. Su entierro fue muy silencioso. Quienes la queríamos, ya habíamos llorado por ella cuando su mente comenzó a deteriorarse y no quedaban lágrimas. La larga enfermedad devoró sus escasos ahorros. Mi madre y mi abuela no se parecían, se diferenciaban en que la primera cree imprescindible el ahorro y la segunda pensaba que dinero ahorrado es dinero desperdiciado. Disfrutó de la vida todo lo que las circunstancias le permitieron y eso es el único consuelo que mitiga parte del dolor que causa su ausencia. De ella heredé muchas historias que ahora sé medio inventadas para divertirme, el gusto por pasear y el placer de llenar con cualquier actividad el tiempo durante el que otros duermen. En este momento estoy rodeada de durmientes. Un par de chavales dormitan tumbados en los bancos del parque que hay bajo mi azotea, protegidos por la compacta sombra de los naranjos; un perro ronronea en sueños en uno de los balcones de enfrente y Guille ha preferido la comodidad de la cama y la frescura de las sábanas limpias, al sofá. Supongo que, más que la herencia, el calor, la pereza y los durmientes me han hecho recordar a mi abuela porque a ella siempre la relaciono con el verano, tiempo en el que me acogía y me hacía creer que era verdad su afirmación de que yo era su nieta favorita. Pocos años antes, también había acogido al resto de mis primos y mis hermanos. Pero ellos llegaban en tropel. Diez o veinte niños invadiendo la casa. Nací cuando para la mayoría ya no resultaba atractivo pasar el verano bañándose en una alberca o subiéndose en los árboles, por eso pude disfrutar de ella en exclusividad. 

El tema de la herencia se repite. Cuando el abogado ha conseguido deshacer mil dificultades y desentrañar mil misterios, ha descubierto que las cuentas de la que fue mi tía abuela, están prácticamente vacías. En esta ocasión no ha sido la enfermedad la que ha hecho desaparece el dinero, sino una prima de mi madre, única persona que tenía acceso directo a ellas. Medidas demasiado turbias y agotadoras son necesarias para reparar esos hechos.

Por supuesto, mi tía Lola ha encolerizado al enterarse porque, aunque la generosidad es una de sus cualidades, el amor por el dinero es el mayor de sus defectos. 

3 comentarios:

  1. Coincido con Guille: A la hora de la "Santa Siesta", prefiero la cama con sábanas limpias, a una incomodo modorrera en un sofá.
    ¡Uff, herencias!. Por el fallecimiento de un querido familiar muy cercano, hemos estado de trámites desde octubre del 2013 hasta hace pocos días.
    El Impuesto de Sucesiones es del todo abusivo en Andalucía, creo que también en Asturias y Extremadura. En Madrid, muy limitado y en Cataluña prácticamente no existe.
    Como además, es la herencia entre dos hermanas, debe intervenir el Juzgado y no el notario, para declarar el heredero. Se necesitan testigos, esperas, abogado, procurador...
    Después de más de año y medio, los gastos entre notarías, juzgados, minutas tasas bancarias.., ha supuesto más del trece por ciento de lo heredado. Y aún queda la Plusvalía de un piso, en este caso para el Ayuntamiento, que también "chupa". Es simplemente canallesco.
    Bueno y la lentitud.Ya con ironía, comenté que si no aligeraban los trámites, en nuestro caso, podíamos enlazar un Impuesto de Sucesiones con el siguiente.
    Como el heredero ha de hacerse cargo también de las deudas, es normal que, en muchos casos, renuncien a la herencia, cuando van a recoger menos de que han de pagar.

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    1. Es una agonía y agota. Por fortuna, cuando murió mi padre todo estaba puesto al nombre de mi padre y mi madre y no recuerdo que existiera tanto jaleo. Sólo en alguna cuenta que estaba puesta únicamente al nombre de mi padre hubo problemas. Se abrió en Barcelona y querían que fuéramos a la sucursal para resolverlo. Como había poco dinero, nos olvidamos de ella. Después de algunos años contactaron con nosotros porque la cuenta estaba en números rojos. Además de los gastos de mantenimiento, habían cobrado los impuestos de rodaje de un coche que hacía siglos que se había vendido. Es increíble que nos sobrevivan nuestros problemas económicos.

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  2. Herencia... Siempre he dicho que soy feliz al heredar únicamente el apellido. De lo contrario, estaría atado al yugo de mis padres en vida y al calvario de resolver la herencia en muerte. Según sé, nuestro padre nos dejó algo en China, pero mi hermano y yo decidimos abandonarlo, pues nunca nos hizo falta, y estando al otro lado del mundo, luchar por algo que es incierto en cantidad y en derechos, es preferible gastar ese esfuerzo en algo propio.

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