lunes, 9 de febrero de 2015

Yo y el imbécil

Los médicos a veces preguntan: en una escala del 1 al 10, ¿cuánto duele? Nunca he sentido mucho dolor. Siempre estoy por debajo del 5 (si tal dolor es el que se siente cuando te quemas accidentalmente una mano al caerte agua hirviendo o te aplastas un dedo entre dos tablas en una obra). Mi madre siempre me dijo que ya sentiría dolor cuando pariera (mi madre a veces habla como Dios).

Si la misma escala sirviera para los cabreos, creo que habría llegado al grado 11 el día que intuí en un solar la vivienda que yo había diseñado, retocado, modificado mil veces, y que el cliente había rechazado finalmente. Había sido mucho esfuerzo y una desagradable sensación de fracaso por no haber conseguido complacer al promotor de la vivienda. Resultaba frustrante. Tomé fotografías de la obra, que en ese momento estaba en la estructura, y con un plano de la vivienda proyectaba, fui al colegio de arquitectos para pedirles que compararan el proyecto del solar con el mío. Al cabo de pocos días, recibí respuesta: coincidencia del 100%. El nuevo arquitecto ni se habían tomado la molestia de mejorar el diseño. Como era su primera infracción grave, sólo se le amonestó (me pareció un castigo insignificante teniendo en cuenta que se estaba enriqueciendo gracias al esfuerzo ajeno). Para mí, después de recibir la respuesta del colegio de arquitectos, el incidente había concluido. Para mi compañero denunciado, no. Me mandó un e-mail con tal retahíla de insultos y quejas, que parecía que lo había enviado al corredor de la muerte. En ningún momento parecía ser consciente de haber cometido un delito, de haberse aprovechado del trabajo de otra persona. Para él, la víctima, yo, me había convertido en la verdugo de su libertad. Sospecho que, de ser él el plagiado, su idea de libertad habría sido muy diferente. 

Esta semana, en su artículo semanal de El País, Elvira Lindo se quejaba del pirateo de libros porque en nuestro país no se considera la lectura una actividad cultural por la que merece la pena pagar. Si yo estuviera en su pellejo, me quejaría, principalmente, por el menosprecio que se hace al esfuerzo intelectual. En pocos años, cuando el papel se convierta en algo tan extraño como el papiro, ganará más una señora de la limpieza por su trabajo que un escritor por el suyo porque en la conciencia colectiva se ha incrustado la idea de que todo cuanto se encuentra en Internet y se considera cultura, debe ser gratis (de momento, es un delito que no tiene castigo). Con esta actitud estamos abriendo la tumba de nuestros pequeños placeres. ¿Qué escritor consagrado querrá tomarse la molestia de escribir un libro si no va a ser remunerado y le es más productivo deambular por el mundo dando conferencias o cursos?








4 comentarios:

  1. Si yo fuera Guille le partiría la cara al plagiador, pero Guille no es yo. Igual que quien no desprecia la cultura, o sea tú, debería contestar a los correos, cuando en vez de insultos le ofrecen cultura y de forma gratuita. Pero no sé si me he explicado.

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    1. Guille es muy pacífico. Creo que no ha pegado a nadie en toda su vida, ni siquiera cuando era pequeño. Sus venganzas son de otro tipo. Aún me debe un favor un narcotraficante al que ayudé a salir de la cárcel (de forma legal). Prometió hacer por mí lo que quisiera. Pero no derrocharía un favor tan importante en alguien tan necio como este compañero. Supongo que tarde o temprano le sucederá lo mismo, alguien plagiará su trabajo, y al estar del otro lado, terminará comprendiendo.

      ¿Me has enviado un correo electrónico? Haces bien en advertirme: a menudo se me pierden los correos buenos entre el spam, o hotmail lo mete directamente en la carpeta de spam. Te responderé. Muchas gracias.

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  2. Veo que ha cambiado la imagen, el diseño o como se llame, del blog. Me gusta, ahora se ve con mayor nitidez, incluso parece mas alegre.
    Desde luego, me revientan quienes aprovechan el trabajo de los demás y encima se lucran y, para mas escarnio, lo hacen pasar como suyo.
    En cuando al dolor: ¿Como se puede establecer una escala?. Creo que cada persona tendrá un grado diferente de resistencia. En mi caso, seré un quejica, pero recientemente he estado sometido a tres sesiones de una hora con un fisioterapeuta por una contractura muscular y pinzamiento cervical. Sentí tal tortura, que terminé por confesar que yo fui quien mató al comendador de Fuente Obejuna.
    Que se yo, tal vez haya alguien que hubiera sentido las sesiones casi como si de un masaje placentero se tratara.
    En este caso, aplicaré ese dicho de que "no hay mal que por bien no venga". Parece como si el dolor, con el dolor se hubiera quitado.

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    1. Muchas gracias por percatarse del cambio estético del blog. Guille decía que el otro se veía tétrico.

      Mi madre siempre espera que haya un castigo divino para esas personas que hacen un mal voluntariamente, o, haciéndolo, no se dan cuentan que lo han hecho. Siempre comenta: Si es que hay un Dios. Lástima que no siempre pueda soltar la frase por fallar la justicia divina.

      Los fisioterapeutas creo que son un poco sadomasoquistas. Mi hermano mayor, que también tuvo un pinzamiento vertebral, volvía de las sesiones echando maldiciones.Ahora se da masajes preventivos para relajar los músculos.

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