lunes, 16 de febrero de 2015

Puede que fuera un sueño

Me pregunto si durante el inicio de mi infancia era un poco autista: la vida trascurría sin darme mucha cuenta, sin tener consciencia de ella y aprendiendo apenas nada. De esa época tengo en mi memoria más pensamientos propios y pesadillas que recuerdos reales, aunque un detalle que sí sé real, es la costumbre que tenía mi padre de no darme nunca la mano; para mantenerme pegada a su lado me rodeaba la nuca con su mano enorme y dos de sus dedos, el índice y el corazón, parecían adherirse a mi espina dorsal. Aún hoy se me eriza el vello si alguien me coge de esa formal. 

Recuerdo ese extraño contacto, una playa de chinarros a mis pies, el ruido apacible de las olas de un mar en calma, el fresco placentero de una noche de verano, y a lo lejos, en lo que debía de ser el horizonte del mar en mitad de una noche profunda de luna nueva, multitud de luces que por alguna extraña razón yo confundía con una feria a la que quería ir para subirme en la noria. No sé quién me explicó, seguramente mucho más tarde, probablemente alguno de mis hermanos, que no era una feria, sino barcas que salían a pescar sardinas en mitad de la noche. Mi padre se limitaba a prometerme que iríamos a mi feria imaginaria algún día, sin especificar cuándo. 



Es curioso cómo funciona la mente. Un lumbreras asegura que enseñará a pescar a los andaluces y yo me encorajino porque es la frase que se suele soltar a los pueblos marginados (no le deis comida, enseñadles a sembrar). Luego el lumbreras se evapora y aparece un recuerdo que estaba escondido en algún oscuro y recóndito pliegue de mi cerebro. 

5 comentarios:

  1. Me ha sorprendido esa forma tan singular de llevar a la niña, su hija. Me parece fruto de un sentimiento de cariño y protección.

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  2. Si, era muy protector. Siempre me llevaba así o iba cogida a la pernera de su pantalón; aunque en una ocasión se despistó, fui persiguiendo unos zapatos marrones como los de mi padre y terminé subida a un tren. Mi primer viaje sola: de Bobadilla Estación a El Apeadero. Poca distancia y prácticamente no me di cuenta del incidente. Mi primo era factor en ese tren y me devolvieron sana y salva con mi padre.

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  3. Los niños, en su afan curioso y explorador, a menudo se pierden de la vista de los padres, cuando estos se distraen. Mamá tuvo una idea bastante eficaz:cocía a propósito un especie de tirante en sus faldas, y cada vez que salíamos me decía, (en chino, claro está), que agarrara el tirante y que fuese a donde fuese no soltara el tirante, porque sino, el loco me secuestraría y luego me comería con salsa de ostras o de camarones.

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    Respuestas
    1. ¿Qué niño no creería a un adulto que tiene la precisión de asegurarle que lo comerán con salsa de ostras o de camarones? El detalle de las salsas hace más creíble el banquete del loco. A mí se limitaban a decirme que me comerían cruda, cosa que me daba mucho asco, incluso más repugnancia que el ser comida por alguien.

      Mi cuñada llevaba a mi sobrina con una especie de arnés y un tirante, como si fuera un perro. Sus amigas del parque la criticaron y ella les hizo caso durante tres días, el tiempo que tardó en extraviársele (mi cuañada es muy histriónica y sufrió un colapso del susto). No volvió a hacer caso a los que la criticaban, incluida yo: me burlaba de una cruz de caravaca que había cocido al carrito de la niña para evitar el mal del ojo.

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    2. ¿Qué niño no creería a un adulto que tiene la precisión de asegurarle que lo comerán con salsa de ostras o de camarones? El detalle de las salsas hace más creíble el banquete del loco. A mí se limitaban a decirme que me comerían cruda, cosa que me daba mucho asco, incluso más repugnancia que el ser comida por alguien.

      Mi cuñada llevaba a mi sobrina con una especie de arnés y un tirante, como si fuera un perro. Sus amigas del parque la criticaron y ella les hizo caso durante tres días, el tiempo que tardó en extraviársele (mi cuañada es muy histriónica y sufrió un colapso del susto). No volvió a hacer caso a los que la criticaban, incluida yo: me burlaba de una cruz de caravaca que había cocido al carrito de la niña para evitar el mal del ojo.

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