jueves, 5 de febrero de 2015

¡Liberada!

Cuenta Richard Dawkins que en Estados Unidos se gastaron 2.400.000 $ en hacer un estudio para comprobar si la oración beneficiaba o repercutía sobre los enfermos. Se hicieron tres grupo, los tres de unas mil personas (creo recordar) y los tres con los mismos problemas cardíacos. Por cada una de las personas del primer grupo, otra persona de una congregación religiosa rezaba por su mejoría sin que el enfermo lo supiera. Por el segundo grupo, nadie rezaba. Por el tercer grupo, otras personas rezaban, y los enfermos conocían el dato. Entre las personas del primer y segundo grupo no hubo diferencia en el tiempo de mejoría de los enfermos. El tercer grupo, las personas tardaron más en sanar y tuvieron más problemas. Al parecer, los enfermos se vieron presionados por la idea de estar tan enfermos que necesitaban que rezaran por ellos. 

Por mí rezaron en una ocasión, para que no muriera. Pero que esté ahora mismo escribiendo esto y no encerrada en un ataúd, no significa que las oraciones tuvieran éxito. En mi casa nunca se tuvo mucho respeto por las enfermedades. Aún hoy es normal que mis hermanos o yo estemos trabajando con 38ºC o no hayamos cancelado una reunión por una migraña. Cuando nos heríamos, mis hermanos me quitan los puntos a mí y yo a ellos. No era extraño que me mandaran al internado con algunas décimas de fiebre. En una ocasión las décimas eran bastantes grados y las monjitas llamaron para devolverme a casa. Como el parque automovilístico del Destacamento era escaso, vino a buscarme una ambulancia, único coche disponible en aquel momento. El conductor quiso complacerme (tal vez porque para él también era como comer una golosina) y puso la sirena sin hacerse de rogar. Supongo que alguien vio lo ocurrido e hizo correr la voz que yo estaba tan grave que me habían tenido que llevar de urgencia al hospital. Tardé en recuperarme semana y media. Cuando volví, para mi sorpresa, todas mis compañeras e incluso la monja, me abrazaron con los ojos llenos de lágrimas. Durante la misa del miércoles habían rezado por mí por creerme muy enferma. Lo investigaron, pero nunca se supo quién había originado el bulo.

Hoy ya puedo mover con libertad mis dedos griegos (tengo el dedo que está pegado al gordo, más largo -dato que me enseñó don Manuel-). Es muy placentero poder rascarme el jarrete y poder doblar la rodilla. Guille me pide constantemente que tenga cuidado, que no salte, que pase por la rampa en lugar de los escalones, que utilice las muletas... es un poco como las oraciones del experimento de Richard Dawkins: insiste tanto, que siento que estoy realmente enferma. Ahora no puedo evitar sentir remordimientos de conciencia: yo no lo cuidé tan bien cuando estuvo fastidiado con un esguince. 

4 comentarios:

  1. Queda claro que es mejor que no recen por uno y lo sepa, seguro que se pone peor.
    Por otra parte son buenos los consejos médicos o de los seres queridos, son señales de que la dolencia no es grave y si lo es tiene solución. Lo malo es que te dejen por imposible, por ejemplo: Si se trata de una dolencia achacada al tabaco y el médico te dice que debes dejarlo, hay esperanza, lo malo es que te diga: ya sigue fumando.
    Bueno que se recupere para seguir con las carreras.

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    Respuestas
    1. Ja, sería un desastre escuchar eso de un médico. Aunque sospecho que es una cosa que nunca soltaría un médico: ellos quieren que seamos cadáveres lo más saludables posible (e infelices).

      Entre el trabajo y la pierna, llevo más de un mes sin correr. Seguro que cuando vuelva, mis articulaciones crujirán como si se hubieran soldado.

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    2. Ja, sería un desastre escuchar eso de un médico. Aunque sospecho que es una cosa que nunca soltaría un médico: ellos quieren que seamos cadáveres lo más saludables posible (e infelices).

      Entre el trabajo y la pierna, llevo más de un mes sin correr. Seguro que cuando vuelva, mis articulaciones crujirán como si se hubieran soldado.

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    3. Huy, ha salido repe el comentario... cosas de los fantasmas de la red.

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