jueves, 2 de octubre de 2014

Glub, glub, glub....

Este año ha llegado el veranillo del membrillo (días de calor cuando ya ha entrado el otoño) con una precisión de calendario. El 29 de septiembre, san Miguel, las rebecas que habíamos cogido días antes, sobraban. Resistir a quitárselas significaba sudar a chorros y sentir la molestia, reminiscencia de la infancia por culpa de un cuidado excesivo materno, de ir muy abrigados. Ahora vuelve a hacer frío, aunque esta mañana aún apetecía tumbarse en un banco del Paseo de la Bomba y ver el sol colándose entre el follaje de las copas de los árboles. El frío ha vuelto de golpe, con sólo una hora y poco de transición. El tiempo que ha durado la tormenta que nos ha tenido retenidos esta tarde. Empezó con un inocente chaparrón de verano de gotas enormes y olor a tierra mojada, le siguieron los truenos (si se miraba el cielo, parecía que estuviera lleno de fluorescentes parpadeando) y finalmente el granizo. Más de media hora cayendo bolas de hielo tan gordas que repiqueteaban en la chapa de las persianas metálicas como balas de una metralleta. Como todas las tormentas, se fue calmando poco a poco y ahora sólo queda en el asfalto manchas de humedad que la noche no ha permitido secar aún. Si un viajero llega en este momento a la ciudad, debe de preguntarse si todos los árboles están enfermos porque pegados a sus troncos, centenares de hojas verdes y sanas tapizan el suelo. 



Recorrer los 400 metros que en el momento más furibundo de la granizada nos separaba a Guille y a mí, fue imposible. Las calles eran ríos y los granizos, de hasta 2 cm de diámetro, dañaban como si fueran pedradas lanzadas con muy mala intención. 

Entró agua en el estudio. Por fortuna no se ha estropeado ningún ordenador, pero sí los rollos de papel que servían para imprimir en un plotter que pasó a mejor vida hace siglos. Casi toda la noche reparando el destrozo. Tengo los dedos de los pies como garbanzos en remojo (voy a que Guille me los caliente). 


2 comentarios:

  1. Espero no hayas cogido un resfriado por eso. Agua helada, pies mojados, y altas horas de la noche no es una combinación saludable. De aquí al suceso ocurrido nos separa un tiempo de cinco días, sin contar los días adicionales por publicación, pero una dosis adicional de vitamina C, provenientes de frutas naturales, no le cae mal a nadie. si te advierto, que exprimiendo y bebiendo de una vez, pues la vitamina C, según me comentó una nutricionista, empieza a evaporarse apenas se corta la fruta.

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    1. ¡Eres adivino! (¡qué chunga he estado!). Me están atiborrando de fruta mi madre y Guille. Mi madre me mandó una bolsa llena de kiwis y naranjas. Odio el olor del kiwi, pero como tengo la nariz taponada y soy incapaz de percibir cualquier olor, lo como sin protestas.

      Menos mal que mis síntomas aparecieron y desaparecieron antes del jaleo del ébola en España. Tenía fiebre (38.5ºC) dolor de cabeza y dolor muscular. Si hubiera ido al médico ayer en lugar del viernes, seguramente ahora estaría en aislamiento, aunque estoy a 440 Km del brote.

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