sábado, 4 de octubre de 2014

Esa delgada línea

El azar hace que a veces un mismo tema nos acribille los sentidos. La religión se encuentra en cualquier periódico o noticiero que se mire estos días. Los yihadistas asesinan a los más inocentes, a quienes regalaban su tiempo a cambio de sentir la satisfacción de saber que hacen el bien; amenazan con cortarnos la nariz y degollarnos a quienes nada tenemos que ver con ellos; los obispos insultan al gobierno español (laico) por mostrarse democrático y hacer lo que la mayoría exigía: no seguir con la ley del aborto de Gallardón; en Corea del Norte detienen a un turistas norteamericano por olvidarse en la habitación del hotel una biblia... 

He observado con temor y curiosidad a mi sobrina durante los primeros años de su vida. Desde que nació, nadie la ha perturbado con creencias de dioses o hadas (como aconseja mi admirado Richard Dawkins). Temí durante ese tiempo que la idea de la muerte y sus consecuencias (dejar de tener consciencia durante el resto de la eternidad) la atormentaran, o que su moral fuera mucho más relajada que la de un niño que teme el castigo divino. Nada la diferencia de sus compañeros y amigos. Es fácil deducir que la religión es superflua en el desarrollo de una persona. 

La religión está en un débil equilibrio entre algo beneficioso y perjudicial. Sin ella la soledad de muchas personas, sobre todo mayores, sería aún mayor. Pero para muchas otras, se convierte en un lastre que merma su felicidad. Como los remordimientos del beato por masturbarse, la incompatibilidad de las parejas en la cama por haber esperado hasta la boda (como Dios manda -la mayoría de los dioses lo ordenan así-), el interminable tiempo perdido en ritos que sólo sirven para hacer ejercicio con la mandíbula por culpa de los bostezos... la pederastia, el robo de bebés, el asesinato en nombre Dios no se le puede achacar a la religión. Esos delitos igualmente se realizarían en nombre de una nación, de un fantasma o de sus propios genitales. 


6 comentarios:

  1. Pero si son culpables los inventores y mantenedores de la idea del INFIERNO, para mi son causantes del mayor terrorismo de la historia humana. Que Dios, INFINITAMENTE SABIO E INFINITAMENTE BUENO, puede condenar a cualquier criatura por vil que haya sido (tal vez fue su destino) a arder ETERNAMENTE, concepto de tiempo imposible de imaginar ni para el mas sabio de los hombres o mujeres. ¡Joé!, si yo me quejo a partir de los 45 grados, que sería vivir aunque fuera una semana a punto de fusión. ¡Anda ya!, que se vayan... Menos mal que esa idea la están desechando hasta los mas "carcas" de la religión.

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    1. Si hicieran una película con los actos de ese Dios infinitamente bueno (hacer que un padre esté a punto de matar a su propio hijo, hacer que llueva fuego y destruya un pueblo completo, convertir a una mujer en una estatua de sal...) sería calificada para mayores (y considera propicia sólo para sádicos). Sin embargo, el Viejo Testamento se le da a conocer a los niños sin ninguna censura. Mucha crueldad.

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  2. Totalmente de acuerdo. Esos delitos, basados en lo que Muñoz Molina llamaba hace una semana "ficciones convenientes", son fácilmente intercambiables. Muchas de esas personas que matan por una religión podrían hacerlo por otra distinta si hubiesen nacido bajo la hegemonía de otro dios. O de otra patria. Es la individualidad, enferma de sinrazón, la que se pone a las órdenes de la ficción colectiva. Independientemente de cual sea el dios o la bandera por la que hay que morir y/o matar.

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    1. La mayoría de esos que matan en nombre de Dios sólo son marionetas en manos de un señor feudal que los utiliza para su propio provecho. Detrás de cualquier guerra hay intereses territoriales o económicos, nunca religiosos. Me gustaría saber quiénes les venden las armas a uno y otro bando de los frentes abiertos en la actualidad.

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  3. Matar, conquistar, provocar guerras, masacrar, por religión es una vulgar hipocresía. No es distinto a lo ocurrido en el holocausto, salvo que este al menos fue honesto, diciendo que mataban porque querían, algo, y debo aclarar inmediatamente, es igualmente de reprochable, repudiable, y todas las frases que se les pueda atribuir en contra de estos tipos de actos.

    Además, basta con interpretar que, cualquiera sea el Dios o los dioses, el simple hecho que nos hayan creado, significa que deberíamos ayudarnos, cuidarnos, querernos, amarnos como hermanos que somos. Qué padres querrían que sus hijos se matasen entre sí? quién construiría dos robots, para que uno masacre al otro? quien en su sano juicio crea una obra de arte para luego tirarlo a la hoguera?

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    1. Hay un musical checo sobre Juana de Arco; una de esas pequeñas joyas que se descubren por casualidad y que sabes que no tendrán éxito por haberse producido en un lugar erróneo (no pasaría lo mismo si el musical fuera estadounidense o inglés). En ese musical Juana de Arco, antes de una batalla, dice a sus compañeros que ganarán porque Dios está de su parte. Uno de ellos le advierte que los del otro bando también tienen a su Dios.

      Lo de los robots me ha recordado a un concurso que tienen en Japón entre las escuelas de ingeniería. Cada una construye su robot y deben luchar entre ellos. Gana el que se carga a los demás. Claro que en este caso es algo beneficioso porque sirve para avivar el ingenio de los alumnos y buscar el robot más resistente.

      ¿No seremos el juguete de Dios? ¿No nos habrá soltado en el mundo y permanece expectante, a la espera de vernos matarnos los unos a los otros, para considerar su criatura al último que resista? Muy a menudo considero que es una suerte ser atea. Así no tengo que andar intentando justificar la crueldad divina.

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