lunes, 13 de octubre de 2014

Cosas perdidas - Tres

Uno de mis primos. Debería haber vuelto de las vacaciones al final de agosto. Nadie lo echó en falta porque está divorciado, sin hijos. Su madre murió (era el pegamento que mantenía unida a la familia). Su padre está demasiado preocupado con sus propios problemas para querer hacer caso a los de otra persona (aunque sea carne de su carne -esta frase se la he robado a mi madre-). Trabajaba para Gas Ciudad, calculando caudales y diseñando circuitos. Intentaron contactar con él sin conseguirlo; pero no se les ocurrió poner una denuncia o avisar a la familia directa. 

Se llama Paco, Francisco, y el día 4 de octubre fue su onomástica. Entre mis primos, sólo nos felicitamos el día del santo, no del cumpleaños, porque no tenemos tan buena memoria. Así sólo tenemos que mirar el santoral. Además, es fácil, porque toda mi familia está llena de nombres repetidos. Francisco, siete u ocho; Miguel, otros tantos; Gabriel, el doble... Ninguno pudimos contactar con él. Pusimos una denuncia en la policía; pero dudo que hicieran algo (un adulto, sin evidencias de haberle ocurrido nada...). Al final lo encontramos gracias a las redes sociales (al twitter) y a una de esas extrañas carambolas que se dan de vez en cuando. La mujer de uno de los contactos de mi hermano (sólo tiene a clientes con los que no suele tener relación social) vio la fotografía que mi hermano colgó de nuestro primo. Pudo identificarlo como uno de los pacientes de la clínica de estética en la que trabaja la mujer. Mi primo fue a que le quitaran unos bultos de grasa que le salen bajo los brazos y aún permanece hospitalizado por culpa de una infección. No contactó con nosotros porque no quería que nos enteráramos de su operación.

Da bastante miedo comprobar lo fácil que es convertirse en un fantasma, ignorado por todos. Si mi primo se hubiera llamado Guillermo, por ejemplo, cuyo santo es el 25 de junio, seguramente no habríamos notado aún su ausencia. 

6 comentarios:

  1. .
    El mundo es un pañuelo... pero lleno de arrugas tras de las cuales, podemos escondernos, BeKa.
    Saludos.

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    1. Por aquí se suele decir que el mundo es un pañuelo y está lleno de mocos (supongo que se refieren a todos esos personajes que son incordio, tipo Javier Rodriguez). Está bien poder esconderse de vez en cuando y no ser encontrados.

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  2. Los gringos tienen el dicho que reza:" puedes correr pero no esconderte", algo que es totalmente falso. Con apagar el celular, no estar en casa, ni en el trabajo, ya nadie te puede encontrar.

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    1. A veces lo hago: lo de apagar el celular para poder perderme durante unas horas. Lo malo es que hoy día si no estás localizable en todo momento -hasta cuando se supone se debe estar durmiendo-, quien intenta encontrarte imagina el más trágico de tus destinos posible (me ha ocurrido un par de veces con mi madre -por nada se pone a llamar a los hospitales-). Mucha gente ahora añora la libertad que se tenía cuando los móviles no eran objetos casi obligatorios. Uno de mis hermanos no tiene celular y cuando él lo dice después de que le pidan el número, creen que miente.

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  3. Al final todo resuelto. Lo mas importante, sin duda alguna, la recuperación de la propia salud.
    Recuerdo que en Extremadura, Andalucía y creo que en Cataluña se celebraban las onomásticas. Yo me enteré por tierras madrileñas, hace ya muchos años, de esa costumbre de celebrar los cumpleaños, que parece se ha extendido a toda España. Hay quien se "agarra" a ambos festejos, como a Papá Noel y los Reyes Magos. Entiendo que de "sopa y teta", nada de nada.

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    1. Yo antes celebraba mis dos cumpleaños (el real y el que dice mi DNI), el santo y el día 15 de agosto, que tuve un corte de digestión mientras nadaba y casi no lo cuento (mi madre decía que ese día volví a nacer, así que lo consideré otro cumpleaños). Llevo años moderándome, ahora sólo celebro mis dos cumpleaños -el legal y el real-, el legal para darle una segunda oportunidad a mi madre para felicitarme (siempre se olvida -este año también, para no perder la costumbre-).

      Es curioso que una línea irreal, como es una frontera, haga que las costumbres sean tan diferentes.

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