sábado, 12 de octubre de 2013

La brevedad de las muchachas en flor

Todos nacimos sobre las cinco de la tarde, menos mi hermano mediano, que nació a las cinco de la madrugada. Una hora de lo más lorquiana. A las cinco: cuatro de cuatro. Una extraña casualidad que pueda que sea una de las pocas cosas en común que tenemos. Cuando estamos juntos las diferencias se acentúan. Dicen que nos parecemos más por los gestos -un mimetismo infantil no renovado- que físicamente. Hoy hemos coincidido los cuatro en el bautizo aéreo (en ultraligero) de una de mis cuñadas intermitentes (las novias de mi hermano mayor duran lo suficiente para que las conozcamos pero no para que nos encariñemos de ellas).  

De vuelta, mientras el interior de la furgoneta estaba llena con la música de la banda sonora de El Paciente Inglés (es como un ritual) la novia efímera de mi hermano intentaba contarnos su experiencia, bastante velada por el miedo y la novedad. Ella hablaba de sentirse como un pájaro; pero, ¿cómo se sienten los pájaros? No mencionó del ruido del motor que es como de cortadora de césped, ni las irregularidades de la pista de tierra apisonada que parecen capaces de descuajaringar la endeble estructura del ultraligero, ni del deseo de que se apague durante unos segundos el motor para poder escuchar el viento, ni de la sensación de estar suspendida de una grúa gigantesca... 

La de hoy se llama Eva. Es delgada, alta, demasiado presumida para dejarse vencer por la comodidad y cuando se pone nerviosa se muerde el labio inferior. Dentro de muy poco, y a pesar de todos, Eva será sustituida por una Encarni o Lucía o Manoli o Rosa... otra definitiva a la que volveremos a dar el visto bueno sin prestarle mucha atención para no echarla de menos cuando desaparezca. 


2 comentarios:

  1. A las cinco en punto de la tarde.... Entre los poetas míos tiene Lorca un altar, como decía A. Machado de Jorge Manrique.
    Hace años subí en ultraligero, de aquellos que no tenían carena. Las piernas colgando. Pasé miedo, pero era mi mi afán de aventura, pues repetí. Me atenazaba a una barra de aluminio, no se para qué. Si me hubiera "despanzurrado", hubiera estado gracioso agarrotado con una barra. Un día se mató el piloto y desistí de continuar.
    Si no quitan el Paraclub de Sevilla por las obras de la Expo-92, mi meta era lanzarme en paracaidas y eso que vi al principio a alguno cojo y que decían que cuando desciendes, ves que las vacas suben muy rápido.
    La música, no se porqué, me ha recordado a Yasmin Leví, que canta en sefardí.

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    1. También se cuenta Lorca entre uno de mis poetas favoritos; a la par de Luis García Montero.

      El ultraligero del otro día era del mismo tipo: estructura de aluminio, motor en la parte trasera, sin carenado; aunque tenía dos reposapiés a los costado del piloto, con lo que obligaba a una postura muy incómoda.

      También he querido en alguna ocasión tirarme en paracaídas: en la Base de Armilla daban cursos para civiles. El instructor, que tenía un montón de insignias de esas que dan por cada no sé cuántos saltos, se le veía demasiado a menudo con una, otra o las dos piernas rotas. Pero creo que mi tiempo de locuras ha pasado. Sospecho que nunca me tiraré.

      Lo que sí me apetece mucho es volar en parapente. Vi el otro día una persona que se tiró más de una hora volando sin tocar tierra. Esa sensación sí que debe ser de vuelo libre.

      No conozco el origen de la música de la BSO de El Paciente Inglés, pero es muy tranquilizadora (¡y a capela!)

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