lunes, 23 de julio de 2012

Miedo

El miércoles me llamó mi cuñada para que la acompañara al hospital. Mi sobrina tenía una gastroenteritis. Llevaba dos días y dos noches sin parar de vomitar. No era la primera vez. Suele darle los veranos pares, y éste tocaba. Cuando me llamó mi cuñada, estaba muy cerca del Clínico. Fui directamente. Llegué demasiado pronto. Sin libro, con el ipod muerto por culpa de haberme olvidado de recargarlo, se prometía una hora de espera bastante aburrida. Pero recordé a mi admirado Sr. Sap: él, durante las interminables esperas hospitalarias, inventa cuentos; así que me propuse abrir los ojos y las orejas a ver qué se me ofrecía. El primero me vino rodado. Una chica empujaba una silla de ruedas donde iba sentado el que, supongo, sería su novio. La chica iba tan absorta en llamar a unos y a otros para informar que Víctor se había torcido el pie en la piscina, que en un momento dado se olvidó que estaba en mitad de una rampa, dejó de empujar la silla, se puso a un lado y la silla comenzó a deslizarse cuesta abajo. Por fortuna la chica iba acompañada por otro chaval, quien impidió que se estrellara contra la barandilla. Sinopsis de cuento: Misma situación. Una chica empuja la silla de ruedas donde va su novio que ha tenido un accidente de tráfico  y le acaban de dar la baja. Mandíbula rota, piernas rotas. Día tórrido de pleno verano en Andalucía. Llega el taxi. Ella sigue hablando por teléfono. El taxista sube al sujeto en el coche y pliega la silla mientras la chica sigue pegada a la pantalla de su teléfono. Cuando llega a casa se da cuenta que en algún momento ha cambiado a su novio por un anciano. El novio, entre tanto, se ha deshidratado bajo la techumbre de fibrocemento de los aparcamientos. (Un pelín macabro, tal vez). 

Cuando me recreaba en el cuento llegaron mi cuñada y mi sobrinilla (11 años, 1.38 m, 28 kg, tres menos que dos días antes). Qué pena daba. 

Mi cuñada me mandó a buscar diferentes cosas (fui feliz por poder ser útil en esos momentos: agua fresca, aquarius de naranja -las malditas máquinas expendedoras sólo los tienen de limón-, unas pastillas tranquilizantes que necesita tomar en cuanto algo sale de la normalidad...). En media hora tenía todo. Estaban en Pediatría, primera planta del clínico. Mientras subía, un grupo de chavales lo hacía delante de mí. Uno le pedía a otro que fuera a alimentar a su perra, que llevaba dos días sin comer. "Mi hermano no tiene cojones de entrar. Y está tan gordo, que si se le echa encima no podrá esquivarla". Siguieron subiendo, burlándose del hermano con sobrepeso, imitando sus movimientos torpes y lentos. Sinopsis: Un grupo de chavales que trabajan en una granja. Uno gordito que siempre es diana de las burlas. Uno de ellos desaparece cuando ha ido a alimentar a los perros. A la hora de desayunar va alguien a buscarlo, se da cuenta que también ha desaparecido a la hora de comer van otros dos, también desaparecen... así hasta que sólo queda el gordito. Cuando va a buscarlos, se da cuenta que uno de los perros tiene la rabia y ha matado uno a uno a sus compañeros. A ver  las entrañas de uno de ellos esparcidas por el suelo, el gordito se desmaya, cae encima del perro asesino y se lo carga.

A partir de ese momento, ya no me quedó ni ánimos ni posibilidad para utilizar la imaginación. Alguien había activado uno de esos protocolos que siempre parecen que le van a suceder a los demás. Separaron a mi cuñada y a mi sobrina y las sometieron a un interrogatorio exhaustivo sobre qué comía la niña, si era querida, si tenía detergentes al alcance de la niña, si alguien más de la familia tenía la misma enfermedad... Mi cuñada, que siempre se toma todo a la tremenda y le da miedo todo, pensaba que le iban a quitar la niña por no cuidarla bien. Salió con un ataque de nervios. Tuvieron que inyectarle un tranquilizante. Y por fortuna se dio cuenta que la imaginaban sospechosa de envenenar a su propia hija mientras aún estaba con los efectos del calmante (hubiera sido caótico si se hubiera percatado después de estar medio KO gracias a la medicación). Durante los tres días que mi sobrina ha estado ingresada, madre e hija han permanecido con las manos enlazadas. 

2 comentarios:

  1. Todos somos sospechosos, menos los auténticos criminales.
    Me estaba preguntando si estarías bien. Ya veo que sí.

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    1. Si, yo perfectamente bien, gracias. Desconectada de Internet y apartada de los ordenadores durante esos días porque estuve ayudando a mi cuñada a cuidar de la nena. Es extraña la sensación de que el mundo sigue mientras una está apartada de él. Cuando volví a "estar conectada" me encontré con el tiroteo de Denver (¡menuda locura!!), aunque la situación de la crisis no se había movido un ápice.

      Lo de parecer sospechosas... es que mi cuñada es muy exagerada, todo se lo toma a la tremenda. Constantemente se mete en problemas por esa razón.

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