jueves, 17 de marzo de 2016

Las invisibles

Hace poco vi un sillón con un pañito de ganchillo. El sillón estaba en una vivienda que llevaba cerrada más de 20 años, pero sospecho que ya en aquel entonces, era un adorno digno de ser considerado antiguo. 


La única persona que conozco que sabe hacer ganchillo, es un hombre, un sastre mayor. Mi madre tuvo que aprender cuando era pequeña, pero es algo que su memoria no ha querido, ni necesitado, retener. No creo que haya algo con tan poca relación con la mujer en la actualidad y, aunque este año el día de la mujer ha sido bastante crítico con muchas de las celebraciones, nadie ha puesto el grito en el cielo porque en Montefrío, hayan decidido celebrar tal evento cubriendo sus calles con tapetes de ganchillo

¿Para qué sirve el día de la mujer? ¿Para montar eventos del tipo calles-tapetes-ganchillo? Comprendo que sean necesarios algunos días conmemorativos, como los de las enfermedades raras, porque la mayoría de nosotros, por fortuna, las desconocemos por completo. ¿Pero quién, que no sea un misógino recalcitrante, no tiene presente en su vida constantemente a alguna mujer? Aunque a veces somos como invisibles. A pesar de tener en la puerta del estudio una placa dorada con mi nombre, si cuando abro la puerta Guille pulula entre las mesas de los ordenadores, la gente suele ignorarme y dirigirse a él. Es a lo que estamos acostumbrados: el hombre manda y la mujer es invisible. Incluso nosotras estamos acostumbradas a ignorarnos, a quitar mérito a lo que hacemos. ¿Cuántas biografías de nuestras madres o abuelas no serían dignas de ser escritas? Ni siquiera hay que echarle imaginación. Mi abuela, doña Francisca Caballero, consiguió sacar adelante a cinco hijos y al marido pelele que le impusieron. Tenía el don de hacer felices a todo el que estuviera a su lado... 

En lugar de cubrir las calles con tapetes de colores, ¿no habría sido mejor forrarlas con las biografías de todas aquellas mujeres cercanas, pasadas y presentes, que nos han servido de ejemplo? 

5 comentarios:

  1. Respuestas
    1. Esa labor sí que me parece complicada. Hay que tener mucha paciencia, y tiempo, para hacerla. Ahora está desvirtuada por las máquinas que hacen en un minuto lo que antes se tardaba una semana.

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  2. He conocido en mi familia casos de esas mujeres tan valiosas que han sacado adelante sus familias por si solas, encarando la vida con valentía y abnegación. Algo admirable y por lo demás muy común. Por supuesto que no precisan del reconocimiento en un día concreto, ni de un determinado estereotipo, sino de la admiración diaria de la sociedad.

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  3. Se me olvidó apostillar que, en el numeroso examen de actas de los registros civiles para componer nuestro trabajo de un árbol genealógico bien documentado, hemos comprobado que, cuando se refieren a la mujer casada, siempre residía en el domicilio "de su marido" y como profesión, de forma invariable, la de "su sexo". No ya la honrosa de "sus labores", que dejaría la puerta abierta a otras posibles actividades, sino, ama de casa por naturaleza. Y eso no lo recoge solo la letra manuscrita, que pudiera interpretarse como la opinión del escribiente o, incluso, la sociedad en sí, sino ya la letra impresa de los documentos desde los años 70 del siglo XIX, lo que oficializa tal concepto. Esto lo hemos persistía hasta bien avanzado el siglo XX.
    Creo que esto ha influido de forma notoria en el atraso económico y cultural en que hemos vivido.

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    1. El otro día leí que hasta 1981 la mujer necesitaba permiso de su tutor legal, como si fuéramos niños, para trabajar fuera de la casa, viajar o abrir una cuenta bancaria. Alucinante. El mismo año de mi nacimiento. Menos mal que hemos evolucionado. Nunca he sentido que mis derechos son menores o diferentes que los de los hombres.

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