jueves, 10 de marzo de 2016

Quien mucho te quiere, te hará sufrir

El silencio de Málaga está lleno de los graznidos de las gaviotas y su aire, de humedad salobre. Paradójicamente, es Granada en la que parece sonar el mar. Cuando de madrugada, después de pasar los camiones de la basura y haberse recogido todos los borrachos, se escucha un ronroneo que parece el vaivén de las olas, pero sólo es el tráfico lejano de algunas de las vías de comunicación que esquivan la ciudad rodeándola. Me di cuenta de la sonoridad del silencio de Málaga el miércoles pasado, cuando medía el patio de manzana de un edificio aún no habitado. Cuatro paredones llenos de ventanas sin personas, ni ruidos, ni olores. Durante unas horas, fue como estar en mitad de una isla desierta. 

Aunque siempre estoy deseando regresar a casa, al terminar el trabajo me paré a comer junto al puerto. Dice Guille que tengo la cualidad de encontrar los sitios más cutres para comer; pero en esta ocasión no fue así. Ensalada mixta, bacalao rebosado con patatas asadas y flan de la casa, todo por 10 euros. Se puede comer muy barato en Málaga de menú. Mientras hincaba el diente a la ensalada, pensaba en una noticia que apareció en los periódicos hace unos días: una madre sólo deja alimentarse a su hijo con verduras y frutas crudas. Aunque el artículo defiende a la madre, a mí sólo me parece una majarona caprichosa. Existen cientos, miles de estudios que te dirán que cualquier alimento es beneficioso y la misma cantidad que te asegurará que es perjudicial. Si hiciéramos caso a todos los estudios que aparecen publicados, mi dieta -y la de cualquier humano- sería muy equilibrada si bebiera a diario vino, cerveza, café y me atiborrara de chocolate. No quiere que coma alimentos cocinados: el jamón es un alimento crudo, el sushi también, la mojama... ¿Tiene miedo al mercurio del pescado marino? Hay montones de piscifactorías que regulan el agua... Si no encuentra soluciones, es que está obcecada. 

Por supuesto, sería una locura separar a madre e hijo por la dieta; pero, si a la madre de un par de hermanos con sobrepeso, del colegio de mi sobrina, la invitaron a asistir cuando fue a visitarlos un dietista, no estaría de más que la mujer fuera invitada al colegio de su hijo cuando los visitara un psiquiatra. 


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