lunes, 28 de julio de 2014

Las teorías de la cuenta cuentos

Mi manía por no leer las pequeñas biografías que suelen venir de los autores en las solapas de los libros, me hizo imaginar que Espido Freire había sufrido su adolescencia a mediados del siglo pasado. Me equivoqué. En realidad somos casi de la misma edad (me lleva menos una década, 7 años). 

Sospecho que no he escogido el mejor libro para comenzar a leer a esta autora. Pensé que Primer Amor (un libro que habría acumulado mucho polvo en la estantería de mi casa si no lo hubiera arrastrado de un lugar a otro) era una colección de relatos o cuentos románticos (creo que así lo clasificaron en un programa de radio cuando, hace mucho, fue publicado). En realidad sólo se trata de una tesis que, de haber sido presentada a un profesor, dudo que hubiera tenido buena nota. El ensayo compara las relaciones sentimentales con los cuentos: encuentros, peleas, besos, celos, frustraciones... pero al tener un fundamento tan infantil, es comprensible que el resultado sea muy superficial. Tal vez fue escrito en una etapa demasiado joven de la autora. Sólo si hago un esfuerzo y recuerdo una adolescencia muy temprana, me puedo sentir reflejada en lo escrito por EF, sobre todo cuando hace referencia a su propia vida (aunque yo nunca tuve que enfrentarme a pandillas separadas por sexos). 

Por supuesto, como todos los libros, se puede sacar algo bueno de él. Se hace referencia y se cuentan algunos cuentos que desconocía (a pesar de haberle leído a mi sobrina todo lo que cayó en mis manos de los hermanos Grimm).


4 comentarios:

  1. De momento nada he leído de esta autora, pero las casualidades de la vida: Nació en Bilbao el 16 de julio de 1974, justo ese día, un año después, también nacía mi hija en Bilbao.

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    1. Pues sí que es casualidad. Entonces, hace poco que fue su cumpleaños (felicidades).

      Otra casualidad que proporciona el azar: cuando comenzamos a hacer la obra del Campus de la Salud, uno de los representantes del material para laboratorio (ahora en paro), se llamaba Juan Pedro Almodóvar, casi casi como el director de cine. Dice que hace años utilizaba la coincidencia de los nombres para conseguir las mejores mesas en los restaurantes (hacía que llamara su mujer y que omitiera el Juan), pero que al ver la decepción en el rostro de los gerentes de los restaurantes, dejó de hacerlo.

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    2. Ya sabía que los venezolanos son descendientes de españoles, pero ¡no sabía que el paso del tiempo no modifica los comportamientos! Por aquí, cualquier herramienta, ayuda, conocido, palanca, facilidad, o similar, ¡jamás es desperdiciado! Yo soy el único tonto a quien un cajero del banco saluda, por ser conocido, voy le saludo, y vuelvo a hacer la larga cola hasta que me toque. De seguro demasiados chistes se habrían hecho sobre mí ese día, pero soy feliz a mi manera.

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    3. Ja, es lo que más odio: hacer cola en los bancos. Además, son colas engañosas, porque puedes tener sólo a dos personas delante, pensar que en diez minutos volverás a pisar la calle y tirarte más de una hora con cara de pasmarote viendo cómo alguno de los clientes mueve una mínima cantidad de dinero de unas cuentas a otras. Claro que aquí aprovechas el colarte por conocer al cajero y te cantan las cuarenta, al igual que si tienes un amigo en la cola muy por delante de ti, y te pones a hablar con él y te cuelas.

      Solemos trabajar con los bancos (cosa de las hipotecas de los clientes) y aprovechamos las valijas (el correo interno entre las diferentes sucursales). Me encanta llegar cuando hay colas enormes e interrumpir lo que esté haciendo el cajero para entregar mi sobre (siempre hay quejas, pero tenemos el permiso del banco porque suele ser documentación que urge y que se entrega en el último momento).

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