viernes, 4 de julio de 2014

La sonrisa de la gente

La entrada que escribí hace unos minutos me recordó a la canción de The Doors.


La escucho mientras escribo. Conozco muy bien esta canción. Creo que fue una de mis nanas. Es uno de los temas principales de Apocalipsis Now. Desde la primera vez que la vio, mi hermano mayor se obsesionó con esa película, hasta el extremo de conocerse de memoria todos los diálogos (Mierda, aún continúo aquí -es la primera frase que suelta Martin Sheen-). Creo que fue a Vietnam exclusivamente por esa película. Se marchó pensando en helicópteros y con el olor del napalm en la imaginación y regresó entusiasmado. Merece la pena ir, aunque sólo sea por la sonrisa de la gente, me dijo. 

4 comentarios:

  1. Los Doors no fueron un grupo tan descollante ni su música pudo competir con la de los grandes. En su caso, como en el de otros muchos artistas, la leyenda que los elevó la creó la muerte temprana de Morrison. Morir joven siempre despierta sentimientos donde se mezclan la compasión y la idea de que de haber continuado vivo el desaparecido llegaría a ser un pequeño dios. Tal vez Dios, envidioso de esa competencia, se lo llevó por delante, podríamos llegar a pensar.

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    1. Cuando yo los conocí, ya habían pasado a mejor vida, por lo menos Jim Morrison.

      Algunos cantante deberían imitar a este cantante (o al menos, tener una retirada del escenario con algo de dignidad). Daba un poco de pena el Elvis de su época en Las Vegas.

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  2. Pues si es por la sonrisa, cierto que bien merece la pena viajar.
    Por una mirada un mundo, por una sonrisa un cielo...

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    1. Qué bonito el poema de Bécquer.

      Mi hermano es muy romántico (está constantemente enamorado, aunque cada dos o tres meses, su musa cambia). Por supuesto, Vietnam tiene muchas más cosas dignas de verse. Llegó cargado con fotografías de templos budistas rodeados de maleza, como si estuvieran perdidos en mitad de una selva; fotografías de los túneles donde se escondía el vietcong y que ahora se puede visitar de forma turística, siempre que no se sea tipo norteamericano alimentado con hamburguesas (los vietnamitas son muy menudos y los túneles eran de su tamaño. Cuando mi hermano los visitó, en su mismo grupo había un señor que medía metro y medio de diámetro y no pudo pasar de la primera sala). Las playas, al parecer, también eran alucinantes.

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