lunes, 7 de julio de 2014

La liberación

¡Qué borrachera de números antes de entregar definitivamente el edificio del Campus de la Salud! Hay que pasar la realidad al papel, algo mucho más complicado que a la inversa, sin tomarnos las licencias que nos permitimos en otras edificaciones, como una vivienda unifamiliar o un colegio, porque aquí es importante señalar por dónde va un cable o el diámetro exacto de un conducto de ventilación. Es un edificio que, a pesar de la calidad de los materiales que se han utilizado, se conoce el porcentaje de las averías que tendrá al cabo de un año y cada cuánto tiempo se debe sustituir un circuito o una válvula para que una avería imprevista no interrumpa la investigación. 

Me gusta ver nuestro edificio desde lejos, convertido ya, desde hace tiempo, en una muesca que interrumpe el horizonte cuando se mira hacia el sur desde Granada, mimetizado con las construcciones que lo rodean. Amputado sólo para mí porque originalmente tenía una planta más, cercenada por los recortes en las subvenciones de la Junta de Andalucía. 

Dentro de muy poco ya no tendré libertad para recorrer sus pasillos, ni gatear por los falsos techos, ni será mi pupila la que abra las puertas de seguridad. Hace unos días esa perspectiva me sumió en una profunda tristeza; ahora sólo siento que será una liberación. 

3 comentarios:

  1. Sorprende oír hablar de mucho trabajo en estos tiempos de cólera y toboganes hacia el infierno. Enhorabuena: En mi caso, mis tres grandes y antiguos clientes han dejado de existir, lo cual supone un surrealismo difícil de digerir.
    En cuanto a esa tristeza que comunicas es tan contradictoria como más habitual de lo que se puede imaginar. Un amigo psiquiatra me comentó hace tiempo, sorprendiéndome, que no son pocos los que al llegar el inicio de las vacaciones se deprimen, como si estuvieran siendo desleales a su trabajo. El cerebro humano juega y juega a sus anchas y es mejor reconocerlo cuanto antes por el bien de uno mismo. Ahora, por ejemplo, los decibelios de mis oídos se han disparado ante el temor que supone enfrentarme al silencio y a la oscuridad del dormitorio. Como ya conozco la trampa no me dejo agobiar.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Lo del mucho trabajo, sólo es un espejismo. En realidad sólo es un final de obra que hay que terminar. Me he comprometido a entregarlo la semana que viene (aún debe pasar por el colegio para ser visado). Sólo me queda un pequeño empujón.

      Liberarme de este trabajo me entristeció un poco al principio porque significa que ya no tendré la obligación de levantarme todas las mañanas temprano, ir a la obra, repasarla... También porque hay un montón de gente que dejaré de ver y de tener contacto con ellos (aunque se intente evitarlo, se le termina cogiendo cariño a la mayoría).

      Pero, como dices, mejor no agobiarse.

      Eliminar
  2. Que uno inicie un proyecto desde papel, y verlo construirse y terminado es una sensación que no he tenido el gusto aún de sentir. Aunque son muchos los proyectos realizados, muchos de ellos son construidos por otros, otros son simplemente engavetados e inclusive relegados al olvido. En las pocas obras de instalación que participé, son proyectos diseñados por otros, y nosotros simplemente instalamos.

    Lo de encariñarse con la gente es algo inevitable, incluso para alguien tan huraño como yo. Supongo que debe ser algo instintivo de nosotros, alguna predisposición genética que nos induce a vivir y trabajar en sociedad. Bueno, supongo que no me queda más que desearte éxitos con el papeleo y demás trámites burocráticos. En esa materia si que soy un absoluto ignorante.

    ResponderEliminar