lunes, 17 de marzo de 2014

El vuelo de una mosca

Tengo un compañero que lleva un tiempo, para desearnos feliz inicio de semana, enviándonos unos vídeos de accidentes de tráfico (no sé si es un sádico o quiere que pensemos -dada la crisis- que todo puede ser peor). 

El de esta semana (si vais a Rusia, tened cuidado con el tráfico)


Ver estos vídeos puede ser educativo, porque se aprende lo fácil que es que la vida te cambie en sólo un segundo. Algo que ha estado a punto de ocurrir esta mañana (al menos para uno de los operarios de la obra del Campus de la Salud).

En este momento, en la sala de laboratorios, por encima de donde irán las mesas, se están colocando unas regletas para las instalaciones de electricidad y telecomunicaciones. Las regletas van pegada a la pared con un tornillo cada medio metro. Se abre un agujero, se mete un taco de nailon y se aprieta el tornillo. Es fácil, porque el panel especial para los laboratorios es de una resina no muy fuerte y debajo hay ladrillos huecos. Lo malo es cuando pilla un pilar. Se les había pedido que colocaran un tornillo inmediatamente antes y después del pilar y si la junta coincidía en mitad del pilar, se pegara con silicona. Pero toda esa información que se proporciona en un despacho a altas horas de la noche, por lo general, se queda perdido en la memoria del encargado.

Esta mañana revisaba los falsos techos (y todas las instalaciones que van en ellos) en la misma sala donde un sujeto ponía las regletas. Nos acompañaban dos personas más: el encargado de tomar medidas para hacer las mesas de los laboratorios y su ayudante (un derroche o una obra de caridad, porque ese trabajo lo puede hacer perfectamente una persona sola). Yo tenía la vista fija en el cielo (raso), así que no fui testigo directa de los hechos. Al igual que en las películas de miedo, en las que un grito se adelanta al instante de terror; primero se escuchó un alarido muy agudo, casi femenino (del ayudante del medidor de mesas) y luego se hizo un silencio tan perfecto que se podría haber oído el vuelo de una mosca (si el frío no las tuviera recluidas aún en sus huevos). Todos miraban al señor de los agujeros. Tenía las manos levantadas, como si lo estuvieran atracando, y el taladro colgaba de su ropa, a la altura del estómago, al igual que un badajo gigantesco. Por un momento temí que al quitárselo, se desparramaran, como un bote de confeti, sus tripas. 

Por fortuna, la cosa no pasó de un susto, una camiseta agujereada y una sudadera agrandada. El operario, al encontrarse con un pilar, hizo fuerza empujando el taladro con el estómago. Por alguna razón, la broca resbaló y el taladro se giró, sin que el sujeto tuviera suficientes reflejos para quitar el dedo del gatillo. La broca siguió girando y se enredó con la ropa. Sólo tiene un arañazo

2 comentarios:

  1. Menos mal que fue un taladro. En una instalación de tubería de acero al carbono, el fabricador estaba esmerilando uno de los bordes de una tubería que se iba a soldar. Tenía la mala costumbre de usar el peso de su cuerpo para afincarse más e incrementar la eficacia del esmerilado, algo que el caporal, su maestro, le criticaba constantemente. Ocurrió lo que temía: el esmeril tropezó con algo y el impacto lo lanzó contra el cuerpo del fabricante, Aunque soltó el gatillo, el disco siguió girando por la inercia, y como usó su cuerpo para dar peso, tuvo que usar la mano con la que soltó el gatillo para evitar caerse. El esmeril, que estaba únicamente sujeto con una mano, de peso considerable, y con el disco aún girando le destrozó la chaqueta de trabajo, y le abrió una pequeña brecha a la mano con que se apoyó. No le cortó un dedo, sólo porque tenía un guante que estaba asiduo a no ponerse. Yo no lo presencié, pero por la forma en que el fabricador lo contó, jamás volverá a usar su cuerpo como peso adicional. Tuvo mucho más suerte que tu instalador, considerando la peligrosidad de la herramienta.

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    1. A veces es puro milagro que no ocurran más accidentes. Los obreros de empresas grandes, como la que está haciendo la obra del Campus de la Salud, deben pasar por unos cursillos de seguridad y salud para saber qué pueden y qué no pueden hacer. Pero me temo que ni uno lo ha hecho, a juzgar por cómo pasan de las medidas de seguridad. Otra de las cosas que me está costando mucho erradicar, es intentar que no beban alcohol durante las comidas. Para muchos obreros, tomarse una botella de cerveza de un litro, no es tomar alcohol.

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