miércoles, 12 de marzo de 2014

Como un sorbete de limón

Ayer me lo tomé de vacaciones. Llevaba más de 72 horas sin dormir y estaba agotada. Pensaba no hacer nada, pero el día estuvo saturado de menudencias, de pequeños recados que apenas me dejó un instante de descanso, aunque lo que no perdoné, fue irme temprano a la cama. Ni siquiera salí a correr. Mi tío Fermín me regañaría si supiera que estoy tanto tiempo sin pegar ojo. Dice que el cerebro necesita sus horas de descanso (detalla minuciosamente qué se produce durante el sueño). No es que no me guste dormir, es que me da pena dejar lo que estoy haciendo e irme a la cama, donde seguramente me tiraré un rato dando vueltas, pensando en lo que he tenido que abandonar a medias. Eso no me ocurre si el peso del cuerpo de Guille me hace deslizar por la cama y terminar pegada a su espalda. 

Acostarme temprano implica levantarme aún más temprano. A media mañana tenía todo hecho. Cuando los acontecimientos me regalan un tiempo extra, suelo aprovecharlo en limpiar. A los cristales de la terraza le hacen falta una buena pasada. Me molesta mucho mirar fuera y ver una falsa neblina debido al polvo. Pero el cielo ha estado extraño durante todo el día. Muy nublado hacia el sur, por encima de Sierra Nevada; completamente despejado o con alguna nube despistada, hacia poniente; por la Vega. Parecía que iba a llover a raudales. En todo el día no ha caído una gota; aunque a primera hora de la noche se levantó un viento fuerte y cálido que tiró al suelo algunas hojas de las que ya están cubiertos los árboles. 

Coloqué el sillón de la lectura frente al ventanal que deja entrever, tras el hotel San Antón, la Sierra. Llamé a mi madrina (en realidad no es mi madrina; fue una de las primeras novias de mi hermano mayor). Imagina que te acabas de comer un potaje de habichuelas... ¿qué leerías ahora para limpiar el paladar? Es nuestro juego: comparar los libros con comida. Me sugirió a Javier Marías, que para ella es como una pechuga de pollo a la plancha (para mí, como un vaso lleno de somníferos). Algunos de los Trópicos de Henry Miller, que es como comer pipas (ya los leí, como toda adolescente dada a los pecados de la carne, debe hacer). Algo de Almudena Grandes, para ella es como comer boquerones fritos (para mí es como tener un empacho de pepino -se repite y se repite y se...-). Estuvimos un buen rato hablando (aunque desde antes de llamarla tenía decidido ponerme con El Profesor, de Charlotte Brönte). Pero dijo de Alice Munro que es como beber un sorbete de limón. Ahora tengo en el brazo del sillón de lectura Amistad de Juventud


2 comentarios:

  1. Y que no te agarre la curandera de mi mamá. Te empezará a explicar la relación que tiene la posición del sol, la luna, respecto a la humedad relativa, las condiciones reactivas del suelo y como todo lo mencionado anteriormente influye en la formación de glóbulos rojos, blancos, y calcio que se deja de producir por no dormir, sin contar los daños al hígado y los riñones por sobreprocesamiento de minerales extras que el cuerpo requiere para mantenerse despierto. Siempre intenta con ese discurso hacerme dormir, cuando tengo algo atrasado por hacer, y siempre fracasa.

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    1. Yo siempre creí que dormir es un ensayo para la muerte. Si no durmiéramos, si no perdiéramos la consciencia de forma regular y voluntaria casi todas las noches, la idea de la muerte, sospecho, sería aún más aterradora por no tener práctica en ella.

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