lunes, 3 de febrero de 2014

La canica iridiscente - Cuidado con lo que deseas

Demasiadas muertes para un solo día. Pensó que la desaparición de la trituradora había dado una tregua a las mujeres yermas, pero el general Sagrado se equivocaba. Su cerebro funcionaba bien bajo presión, y en el último momento, cuando estaba a punto de firmar todas las ejecuciones, pidió que le dejaran al menos una de ellas para su propio uso durante unos días, para desahogarse porque no había estado con nadie desde que embarcaron por miedo a traer una criatura a este mundo de futuro claustrofóbico (tres, cuatro o cinco generaciones no saldrían jamás de la nave).

Mil ochenta y un día es una eternidad para no sentir sobre la propia piel, otra desnuda y cálida. O abrazar un cuerpo que comparte el mismo deseo. El propósito original del general Sagrado era mantener a la mujer a su alrededor el mayor tiempo posible, sin exigirle ni pedirle nada; pero cuando llegó Veintitrés, se desprendió sin pudor de la ropa y se metió en la cama, no supo resistir la tentación y satisfizo lo que su instinto animal le exigía. En posteriores ocasiones la brutalidad dio paso a la delicadeza y las caricias. Al general le enternecía que a Veintitrés la parecieran extraños los besos y su obstinación por proporcionarle placer. Hasta entonces, Veintitrés sólo había sido un animal destinado a la reproducción.

A su pesar, el general Sagrado terminó encariñándose de la mujer y durante todos sus periodos de descanso, mientras siente la cálida respiración femenina humedeciendo su espalda, pide a un Dios en el que ya no cree, que encuentre para Veintitrés una utilidad que dé sentido a su existencia en una sociedad tan necesariamente egoísta, aunque eso la aparte de su lado. Cuando en la Tierra comenzó a enrarecerse la atmósfera y los temores de una catástrofe inminente se convirtieron en certeza, el general fue a la Catedral y rezó para no ver morir a su mujer y a sus hijos. Al volver a casa, le esperaba un coche de la policía nacional para escoltarle hasta una base aérea donde le impartieron un curso acelerado de pilotaje. Jamás volvió a ver a su familia.

No tuvo que esperar mucho el general Sagrado para saber que Dios, de nuevo, lo había escuchado. Iban a pasar muy cerca de un asteroide ferroso. Los mecánicos de la nave querían mandar una lanzadera tripulada para recoger metal, fundirlo, darle forma y construir una nueva trituradora pieza a pieza. Sólo hubo una voluntaria. ¿Qué temer cuando se conoce la brevedad del propio futuro? Veintitrés supo la respuesta  a la pregunta que se hacía cuando volvió de la misión: que esa brevedad también desaparezca. El abrazo del general había sido tan tierno y el interés por su herida tan sincero, que la mujer se sintió feliz por el simple hecho de que su vida era importante para alguien. Todo había ido bien fuera. El paseo por el asteroide, encontrar la veta, colocar el explosivo, recoger el metal... Ocurrió dentro de la lanzadera. Cuando colocaba las enormes piedras en el contenedor, una lasca, con una arista tan afilada como un bisturí, le rompió el guante y de su mano comenzaron a salir esferas rojas que se convirtieron en goterones bermellón de lluvia al quedar bajo la influencia de la gravedad de la Santa María. Nada importante, aseguró el médico después de colocarle un apósito para impedir infecciones.

A cualquier hora que despierta, es hacerlo a una noche infinita. Por el ojo de buey se ve oscuridad y estrellas. Si a su lado duerme Veintitrés, en el camarote no suenan los despertadores. El general no los necesita. Su mente tiene voluntad a pesar de la inconsciencia del sueño y sale de él un rato antes de tener que reanudar sus obligaciones para ver dormir a la que comienza a considerar su esposa. Su otra esposa, la que ya debe de haberlo convertido en viudo, para intentar curarlo de su creencia en Dios, decía que dormir sólo es un ensayo de la muerte. Pero de la muerte no se sale al sentir un roce gélido. Veintitrés había escapado de la cama e ido al rincón más apartado del camarote. ¿Qué ocurre? El intento de acercarse del general fue cercenado por un grito. No, para. Soy peligrosa. Su mano derecha, la que se hirió pocas horas antes con la piedra de un asteroide, refulge como bronce pulido bajo la luz eléctrica.

Con la colaboración de Itenio00

Continuará...

2 comentarios:

  1. Ahora sí, nunca pensé que leería algo tan poco convencional, y a su vez atractivo. Siempre he sentido placer por leer digamos, “sexo implícito”, en las obras, pero no me esperaba leerlos incluso en la cánica, lo cual me encantó.

    Pensaba proponerte un villano, puesto que el oxicrack no debería ser para nada barato fabricarlo, y considerando que en un principio era un simple artículo de broma, significa que es una especie de conspiración a escala corporativa. Quizás un lunático adinerado, un científico loco, un ecologista extremista, o quizás una raza alienígena infiltrada. (a lo último no hagas caso, uno no sabe lo que desea). En todo caso, por como va la historia deberías posponerlo.

    Ahora con esa marca de bronce pulido en la herida, hay bastante material para contar. Espero tengas en mente lo que esa mancha significa, porque yo no estoy muy claro. Si los médicos no lo pudieron detectar en un principio, y por el síntoma localizado, se me hace que es algún tipo de químico mutagénico o algo parecido al oxicrack pero consumidor de partículas orgánicas. Ahora el color bronce… no es muy natural en procesos biológicos, claro está que a nivel terrestre.

    Voy a ver si investigo algo sobre las lunas de jupiter, vi dos películas que mencionan sobre una posible colonización en ella. Si tengo información te aviso. Está claro que la nave, por cierto, sería bueno que la nave tenga un nombre, no tiene rumbo, pero a lo mejor no es que no tenga, sino que el protocolo no lo permite mencionar…

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Me gusta la idea del villano, y da sentido a muchas situaciones. Va escondido entre la tripulación (un aparente don nadie). Tenía planeado todo desde el principio. Ha descubierto un pulsar que en realidad es un faro alienígena. Señala la entrada a un agujero de gusano. Hacía él se dirigen.

      Lo que ha infectado a Veintitrés es un parásito, una bacteria mimética. Imita lo primero que ha tocado: un alambre de titanato de bario y estaño (al parecer es un metal más duro que el propio diamante -tengo que cambiarle el color, el otro día creía que era como el bronce-).

      Yo también estoy investigando sobre el sistema solar (en realidad sólo estoy viendo la serie de Carl Sagan, Cosmos. Es muy interesante y entretenida).

      Eliminar