martes, 18 de febrero de 2014

Dos por uno

Un hecho, dos historias.

Guille es muy buena persona, y como casi todas las buenas personas, es un buen hijo. El padre no biológico de Guille regaló a su esposa (mi suegra) un viaje a París por el día de los enamorados. Lleva un tiempo algo pachucho, con mareos, que le hacen aconsejable no volar. El viaje fue planeado después de caer enfermo, pero esperaban que su recuperación fuera más rápida. Hizo la reserva por medio de una compañía de viajes. Para no perder la totalidad de lo adelantado, decidieron que fuera Guille quien sustituyera a su padre. Viaje de ida, normal. Estancia, normal. Muchas compras (animalito mío, soy capaz de imaginar con toda nitidez, como si lo estuviera viendo ahora mismo, su expresión estática, su sonrisa congelada, y mal disimulado agotamiento). Viaje de vuelta...

Mi suegra: Ay, Queca, creía que no lo contábamos. ¡No imaginas lo mal que lo pasamos! Parecía que el avión se iba a caer. A romper en mil pedazos. A trocearse. La gente se puso mala. Desmayos, vómitos, crisis de ansiedad. Y yo sólo pensaba en mi pobre Guille. Por favor, Dios, no te lo lleves tan joven, que tiene todavía muchas cosas que hacer y ver.  Era como si estuviéramos en un cacharrito de la feria. Para arriba y para abajo. ¡Unas sacudidas...! ¡Unos crujidos...! Y había una peste.... para mí que más de uno se tuvo que hacer sus cositas encima porque olía como en una cloaca. Menos mal que la cosa duró poco. Guille dice que cinco minutos, para mí que fue una eternidad, un cuarto de hora, como poco. Cuando por fin aterrizamos, a una mujer se la tuvieron que llevar en sillas de ruedas, de lo mala que se puso. Pensé que íbamos a salir en el periódico; pero ni una mención. Seguro que no nos caímos de lo mucho que recé. 

Guille (apático): El mal tiempo, que hizo que hubiera unas pequeñas turbulencias cuando pasábamos por los Pirineos, un par de sacudidas, nada más. Pero había una mujer con miedo a volar y se puso muy nerviosa. En esas situaciones el nerviosismo es contagioso. Pero las azafatas lo supieron llevar muy bien. 

2 comentarios:

  1. Por lo general, las mujeres tienen una imaginación más ávida que los hombres, sin contar su capacidad para rellenar huecos en el relato con fundamentos basados en sus percepciones nerviosas. Este hecho se incrementa de manera exponencial con la edad, puesto, que las experiencias vividas aunados a los relatos transmitidos oralmente incrementan los fundamentos antes mencionados. Todo lo anteriormente está basado única y exclusivamente en mi percepción, y no debe tomarse bajo ningún concepto como basamento científico. Extraño a mamá, ella es así de exagerada...

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    1. Sí, mi suegra es muy exagerada. Aunque en este caso, estoy convencida que los hechos no fueron tan indiferentes como relató mi marido. A mí me encanta escucharla: cualquier pequeño suceso, lo convierte en un acontecimiento digno de salir en el periódico.

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