martes, 11 de febrero de 2014

Algunos grados de más

Gripe. Hoy sólo me permito la indolencia. Hasta estrujar la bolsita del té en la cuchara significa luchar contra la pereza. Creo que me contagió una cajera en un supermercado: el inicio de una pandemia si sus virus, en el intercambio monetario, también viajaron con la mayoría del resto de personas a las que atendió. Ha sido un día completamente perdido. He estado arrebujada bajo las mantas y escuchando Las Horas de Philips Glass. Es mi música para cuando estoy chunga. También tengo un libro para estos días que mis sentidos se ven mermados por la fiebre: La Montaña Mágica, de Thomas Mann, pero no lo tengo en esta casa. Quedó olvidado en una de las estanterías del piso de Barcelona, como si dejarlo allí me protegiera contra la enfermedad. 

La casa está caldeada, pero si apoyo los dedos en la superficie lacada de la mesa, se forma alrededor de las yemas una mancha mate de vapor de agua. Sólo me queda la imaginación y los recuerdos. Acabo de leer Córdoba de los Omeyas de Antonio Muñoz Molina y visto los documentales Cosmos de Carl Sagan. Los he disfrutado mucho. ¿Cuántas veces no me han resultado tediosas las explicaciones sobre el universo o sobre un trocito de historia? Estos dos hombres son genios por crear la necesidad de saber más sobre lo que cuentan. Lástima que Carl Sagan ya no esté entre los vivos. 

El aburrimiento me hizo pensar en nuestros extraterrestres: seres multimedia compuestos por las dos mitades de un cuerpo completo, unidos por gruesos cordones umbilicales, como si fueran siameses. Una ranura a la altura de los ojos llena de pestañas, con dos ojos que son como bolas llenas de pupilas, capaces de girar 360º alrededor de las cabezas y lenguas que salen de las ranuras para humedecerlos...

Seguro que mañana el día no será tan baldío como hoy.


2 comentarios:

  1. Respecto al origen del universo tal y como lo conocemos, Prefiero creer que un diseñador lo creó todo. La razón de ello, es porque así tengo contra qué lanzar mis blasfemias. También hay otra razón: odio la evolución de los virus. Recuerdo que de pequeño, no salía de una gripe para meterme en otro, pero no pasaba de una tos y el soplido constante de la nariz que me lo dejaba más rojo que la de Rodolfo el Reno. Al iniciar la pubertad, de repente la gripe abandonó mi vida, me daba una vez cada uno o dos años. Eso sí, cuando daba, veía el fin del mundo, como si de la trituradora de la Santa María se tratase. Luego descubrí la causa, tenía tantos anticuerpos de virus gripales, que cualquiera no me afectaba, pero el que lo hiciera lo haría como si de una venganza por sus prójimos se tratara. Todo esto, gracias al concepto de la evolución, la supervivencia del más apto.

    Mi concepto de extraterrestres es un poco distinto: a grueso modo: seres biológicos físicamente similares a nosotros, en cuanto a tamaño y peso apoyados en trajes biomecánicos con inteligencia artificial fusionada con sus cerebros.
    en estado natural, o mejor dicho desnudos, tendrían un pelaje grueso, con piernas que tienen dos "rodilla" como los velociraptores, brazos de longitud humanoide, manos con dedos de "filamento", que bien pueden volverse una cuchilla, replicar los dedos de un humano o volverse 10 minitentaculos independientes, dos pares de ojos: frontales, como los depredadores y laterales como la mayoría de las aves.

    El traje biomecánico, fabricado en una aleación resistente a impactos y altas temperaturas, capaces incluso de sobrevivir a una reentrada terrestre. internamente posee un recubrimiento termorregulador, con nanoinyectores, que suministran todo tipo de químicos que el extraterrestre requiera: nutrientes, sedantes, estimulantes, lo que implica también que mide sus signos vitales. brindándole un tiempo prolongado de servicio sin interrupción, tal vez de 48 a 120 horas. y una supercomputadora conectada al cerebro, brindando almacenamiento, base de datos, procesamiento,control "mental" sobre maquinarias e instrumentos, todo esto gracias a la evolución inducida. No me hagas dibujarlo, si no fuese por autocad, no habría un sólo plano con mi nombre.

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    1. Tampoco yo soy buena dibujando cosas que no sean planos o croquis de edificios. Antes me gustaba dibujar acuarelas (en Barcelona estuve viviendo durante una época muy cerca del barrio gótico, y era toda una tentación que no podría resistir), pero de eso hace mucho y he perdido práctica.

      De los extraterrestres, es curioso, mi imaginación es más dada a fantasear con sus costumbres que con su aspecto. Los imagino oriundos del centro de la galaxia, que debe ser lo mismo que el centro de una gran ciudad comparada con los arrabales (donde vivimos nosotros). Miles, cientos, tal vez millones de planetas habitados. Seres muy evolucionados con la posibilidad de compartir una tecnología muy puntera. Tal vez para protegerse les sobre una capa muy fina, como esos aerosoles de látex que se rocían directamente sobre los cuerpos y se convierten en una camiseta. Y para respirar: unos simples filtros en las fosas nasales. O puede que ni siquiera necesiten eso, por haber evolucionado hacia una tolerancia muy amplia de atmósferas distintas. Al fin de cuentas, son viajeros.

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