lunes, 20 de enero de 2014

Cuando un amigo se va...

Mi primo Antonio es como un osito de peluche lampiño y huesudo: todo ternura. Está pasando una mala racha. Una excepción en el presente que nos ha tocado vivir: no es por la crisis. En cuanto cerró el restaurante donde trabajaba hace tres años, lo contrataron como guardia de seguridad en un polígono industrial de Albacete. El cambio le sentó bien. Al alejarse de los fogones, perdió la pancita de felicidad que le rebosaba por encima del pantalón y el ejercicio hizo que las mantecas se convirtieran en músculos. 

Hace dos años su mujer cayó enferma. Nada grave. Piedras en la vesícula. Necesitó una operación y dos días después, estaba en casa. El problema es que no ha querido darse cuenta que está completamente curada. Sin fundamento, se ha convencido que tiene una enfermedad terminal y todos se lo ocultan para no hacerla sufrir (han pasado más de dos años, debería percatarse de la evidencia). Desde entonces se ha sometido a mil pruebas y toma media docena de medicamentos al día (placebos, la mayoría, porque no tiene nada real). 

La válvula de escape la encontró mi primo en Internet. En una página web de contactos, se topó con Milagros, mujer madrileña de 42 años -el tiene 45-, funcionaria, a la que le gustaba la lectura y los viajes, y quería amigos para conversar con ellos. Sólo se conocían de hablar por el Sype y teléfono. Hasta hace un par de semanas que mi primo quiso aprovechar un viaje que tenía que hacer a Madrid por trabajo, para conocerla. Le fue muy fácil localizarla porque conocía su nombre completo, lugar de trabajo y teléfono. El encuentro fue un desastre. La mujer tiene en realidad 62 años y la conversación fluida y agradable que tenían en las redes sociales, no se daba en la realidad: muchos silencios y titubeos. 

Ahora está arrepentido de haber ido a verla, y destruir la amistad, aunque ficticia, que tenían. (La sigue teniendo en contactos, pero apenas habla con ella porque tiende a llamarla de usted y ha perdido la confianza que tenía para comentar con ella de temas delicados, como el sexo). 

4 comentarios:

  1. Eso de que la virtualidad de internet permite a la gente ser más "abierto" para conversar y permitirles ser menos cohibidos es completamente cierto. Yo particularmente soy así puedo hablar de cualquier tema con quien sea por interntet, pero en un encuentro real... soy más silencioso que un preso político.

    Respecto a tu primo, y es mi mera opinión, sólo tiene que olvidar la edad de la señora, estoy seguro que la dama en cuestión, de seguro no aparentaba sus 42 años ficticios. pero no veo inconvenientes en que sigan siendo amigos... a menos que tu primo quisiese algo más.

    En relación a su esposa, recuerdo que mencionaste en alguna cena con pollo al ajillo, sobre ella. MI pregunta: lo que sufre ella no es un problema psicológico? y de ser así, no debería estar visitando un psicólogo?. Como todo buen hombre remendero, le tengo una posible solución: si ella es lo suficientemente crédula, pueden decirle que sufre de una anomalía genética, en el cual su piel se arrugará hasta aplastar sus vasos sanguíneos, pero que empezará a hacer efecto a la edad de 80 años, debido al proceso degenerativo del mismo. Si se lo cree, y asumiendo que tiene unos 40 años, tendrán 40 años de paz y tranquilidad. de todos modos en 40 años, si aún seguimos vivos, seremos esclavos de google, de las máquinas, de una raza alienígena, o de los políticos como desde siempre.

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    1. Yo también soy diferente por Internet. Dice mi marido que por aquí soy muuuuuuuuuuuy estirada.

      El problema con su amiga -no quiere nada más que amistad con ella, porque, aunque su mujer esté pasando un mal momento, la sigue queriendo-, es que ha perdido la confianza. Asegura que cree estar hablando con una de las amigas de su madre, y con esas señoras hay muchos temas que no se atreve a tratar. Le he aconsejado que se busque otra amiga (Internet está plagado de personas solitarias con deseos de compartir algunos momentos), pero que esta vez, no intente conocerla personalmente.

      La mujer de mi primo va al psicólogo. La tienen atiborrada de antidepresivos, tranquilizantes y placebos que, paradójicamente, para que funcionen, tienen que ser carísimos (menos mal que los cubre casi en su totalidad la Seguridad Social). Tiene el síndrome de Münchhausen. La cura es a largo plazo (como casi todas las enfermedades mentales).

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  2. Yo fuí operado de vesícula hace hace ¡ veinte años!. Me abrieron en canal, nada de laparoscopia, a lo bestia. Pues he hecho una vida absolutamente normal en cuanto a la ingesta, como si me hubieran estirpado el "apédice". O sea, que si no hay unas molestias o dolores graves, ni caso.
    En cuanto a esa diferencia de edad de su primo con la amiga para conversar, el único problema que veo es el engaño, algo que no soporto.

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    1. Antes -hace unos 20 años o así- me da la sensación que los médicos eran un poco sádicos y carniceros. A mi madre la operaron de apendicitis, también hará ese tiempo, y le dieron ocho puntos. Cuando me operaron a mí -hace una década- me dieron la mitad de puntos, y el sistema de operar es el mismo: abrir, cortar trozo de tripa chungo y cerrar.

      La mujer de mi primo tiene una raja pequeñita. Y después de la operación, el único problema que tuvo fue que vomitó por culpa de la anestesia, pero creo que eso es muy normal. Su problema no es físico, si no mental. Por fortuna, ya está en tratamiento y mejorando poco a poco.

      Yo tampoco creo que la edad importe para hablar de cualquier tema. Pero fue precisamente eso: la mentira, lo que lo está molestando más (y pensar que era una persona y ahora saber que es otra con la que conversa por Internet). Pero puede que con el tiempo se adapte a la Milagros real y vuelva a tener la misma confianza que ahora ha perdido.

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