jueves, 30 de junio de 2011

Un cuarto de metro cúbico



Mi mundo cabe en 0.25 m³.  Acabo de hacer la maleta. Por fin volvemos a casa, aunque no por mucho tiempo. Comenzaba a pensar en mí como el agrimensor de El Castillo de Kafka, siempre deseando regresar a casa, y siempre retrasándose el viaje por alguna razón. No ha sido doloroso llenar la maleta, pensar que tenía que dejarme algo valioso atrás. En realidad creo que no tengo nada valioso. Tengo montón de cosas bonitas y algunas caras, pero no valiosas. Demasiados traslados, viajes y cambios inesperados. A la fuerza aprendes que es mejor no coger cariño a nada: termina perdiéndose. Aquí dejo montones de CDS y algunos libros. Pero a la vez los llevo metidos en el e-book o en el mp3 (me encanta la tecnología porque me permite esconder en muy poco espacio tantas cosas). Y si perdiera el mp3 o el e-book, tampoco importaría mucho, porque los tengo colgados en una página de almacenamiento online. Las fotografías, los trabajos realizados con tanto esfuerzo, todo está metido en un disco duro. 

Sobre la mesa están los palillos chinos que mi hermano mayor me trajo de Vietnam (los he utilizado hoy porque ya no me quedaban cubiertos). En la pared está colgado el palo de lluvia que Raimon me mandó desde Isla Margarita (seguro que sale un polvillo blanco si se rompe). La vieja camiseta de Guille que me sirve de camisón (es como un amuleto), limpia y doblada sobre el sofá.... Nada más. No creo que el domingo, el lunes, el martes... dentro de tres semanas, piense que echo alguna otra cosa de las que se quedan aquí, de menos. 

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