domingo, 17 de mayo de 2015

Biografía del desastre

Si yo fuera el personaje de una serie televisiva, mi papel sería el de una oncóloga con algún tipo de tara psicológica. En las series les gusta los personajes traumatizados por su pasado. Pocos detectives o policías existen en la ficción que no tengan a sus espaldas un familiar muerto, asesinado por el que se transforma en el malo de la serie. 

Hace unos días, uno de esos extraños personajes de los foros, que juzgan sin conocer e intentan insultar a quien no pueden, me acusaba de no haber sufrido leches en la vida. Lo más curioso es que pueda que tenga razón. La muerte de mi padre a los seis años, la depresión de mi madre desde ese momento, las constantes mudanzas que hacía muy difícil tener amigos, la imposibilidad de tener amigas en el internado durante los dos primeros años porque en el colegio confundía mi pedagoga con una psicóloga (pensaban que estaba loca), el trauma de la pérdida de la virginidad demasiado pronto con el hermano de una compañera, el que nadie me vigilara... 

Pero todo depende del cristal con que se mire. Y lo que parece un piélago de desgracias, no lo fueron al enfrentarse a ellas. Mi padre se tiraba temporadas muy grandes en el hospital y después de su muerte fue como si se lo hubieran llevado de nuevo. Mi madre se convirtió en una mascota a la que alimentábamos entre todos y no prestábamos mucha atención. Las mudanzas me gustaban porque siempre tenía como punto fijo de referencia el internado. Los amigos, me apoderé de los de mis hermanos... Y ¿quién no ha tenido una pérdida de virginidad traumática y, por lo general, demasiado pronto?

Lo mío no han sido leches reales. Los auténticos golpes dejan secuelas y provocan reacciones peligrosas. Como le ha ocurrido a una de las compañeras del estudio antiguo de Barcelona. Después de haber tenido durante toda su existencia un único sueño y de haber sido rechazada por enésima vez en uno de esos extraños programas de la tele en los que intentan encontrar voces grandiosas escondidas entre el vulgo, se intentó suicidar; pero, por fortuna, como toda aquella persona que intenta más llamar la atención y protestar que morirse, lo intentó con poco ahínco y ahora está en perfecto estado físico; del mental, ya se preocuparán los especialistas.

4 comentarios:

  1. Por lo que he leído, entiendo que ha recibido su ración de sinsabores en la vida. No la creo merecedora de recibir "una tunda de leches". Tampoco creo que exista ser humano alguno plenamente feliz.
    Incluso ese cuento de que buscaban la camisa de un hombre feliz para cubrir y curar con ella al zar de Rusia y resultó que era un simple campesino agotado por el duro trabajo, pero que ¡no tenía camisa!, no deja de ser un ejemplo moralista o conformista. Seguro que tal hombre también padecería su ración de incoformismo, dolor y tristeza.

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    1. Bonito cuento. No lo conocía.

      Es verdad que a veces la gente más feliz es la que menos se espera que lo sea; y que personas que han tenido una vida cómoda, se amargan la existencia por nada.

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  2. Si haber vamos, a mi no me ha ocurrido absolutamente nada. Si a ver vamos, a otros nos le ha ocurrido lo que a nosotros. Yo en lo personal me considero excesivamente afortunado, pues Dios, (con tu permiso) nunca me ha dado más carga de lo que puedo manejar, pero tampoco me la pone fácil. Así que es cuestión de percepción. Vaso medio lleno? medio vacío? le falta un poquito no mas? con eso me basta? yo no opino, me tomo ese medio vaso de agua, y pregunto dónde hay más.

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    1. Muy buena filosofía. Tengo un amigo recluido en una silla de ruedas. Muy a menudo se pregunta por qué la gente que tiene posibilidades de hacer cosas e ir de un lado a otro, permanece estática, tumbada en el sofá o mirando a las musarañas.

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