miércoles, 10 de diciembre de 2014

Las luces y las sombras

El edificio que serpentea a lo largo de casi toda la calle Agustina de Aragón proyecta un ocaso prematuro sobre la fachada de los bloques que tiene enfrente, llenando la tarde de un agradable color de fuego; una luz apacible y tranquila, cuya quietud de agua estancada impide que se busque el origen de las llamas. Es agradable caminar hacia el oeste por esa calle al atardecer, hacia La Vega, escondida tras la tapia llena de grafitis de un solar sin edificar y de la vegetación que crece salvaje, libre de la imposición municipal de las podas regulares. La mayoría de las tardes, La Vega sólo es un cielo iluminado por los colores del atardecer; pero si ha llovido o el aire está lleno de humedad, ese horizonte lejano se llena de una opacidad marina que permite imaginar que muy cerca se puede encontrar un mar gris y embravecido. Hoy el cielo estaba despejado y la ilusión del mar habría resultado ficticia y forzada si mi atención hubiera estado puesta en la lejanía, pero me acompañaba una vecina, o yo la acompañaba a ella, y su conversación y mi intención de mostrarme más sociable con quienes me rodean, requerían de todos mis sentidos. Íbamos en busca de una parroquia. Una vecina murió hace 15 días. Era una mujer muy creyente y, faltando a mi objetividad -sé que cuando alguien muere su única existencia está en nuestro pensamiento-, creí que sería apropiado dar una misa en su honor. Como no le sobrevivió familia, mi vecina y yo quedamos encargadas de hacer los preparativos (la compañía de mi vecina era imprescindible porque las personas que se visten con faldones largos y negros -curas y jueces- me suelen amedrentar). Mi vecina, beata por convicción, me iba instruyendo. Ya no se dan misas conmemorativas expresamente para los difuntos. En una misa ordinaria, dependiendo de la pasta que se suelte, el cura menciona en mayor o menor medida el nombre de la persona que se quiere recordar. Me pregunto cómo la mencionarán por los 30 € que llevábamos en un sobre (diez euros menos cobra una prostituta que suele rondar el callejón de la peste, cerca de mi casa, por una felación -lo sé porque un día se lo ofreció a Guille, sin importarle que fuera acompañado-).

En la calle Agustina de Aragón hay una parroquia, pero seguimos adelante. A ese cura se la tenemos jurada desde que no apareció para darle la extrema unción al marido de la misma vecina que ahora ha muerto.

Mi vecina me señaló un piso que está haciendo esquina, entre las calles Agustina de Aragón y Pintor Zuloaga, con todos los vidrios de sus ventanas esmerilados (hay que protegerse de las luces y las alegrías de este mundo para no caer en las tentaciones). Es un piso de numerarías del Opus Dei, según mi vecina, que parece saberlo todo. El Plan de Vida que deben seguir los miembros del Opus Dei parece una mezcla de Las Cincuentas Sombras de Grey (por el masoquismo) y las obsesiones de un maníaco-compulsivo. Mejor oculto la existencia de ese piso a Guille porque es capaz de intentar salvar a las damiselas en apuros y terminar enchironado.  

4 comentarios:

  1. Me ha encantado este texto, esa manera de contar las "aventuras" de dos personas que ven el mundo, la vida y la muerte, de manera diferente. Ese tipo de historias en las que conviven dos visiones contrapuestas que se aúnan en conseguir un determinado fin, esa manera tan "donquijotesancho" de ver el mundo me parece muy enriquecedor.
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    Y ahora la pregunta incómoda, que dicen el gran Wyoming y Gonzo en "El Intermedio": ¿Quién acompañaba a Guille cuando fue objeto de proposición tan bucolingual?
    :-)

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    1. Muchas gracias. Siempre pensé que las creencias ajenas, sobre todo ante la muerte, se deben respetar.

      Yo acompañaba a Guille cuando la señorita de vida licenciosa le ofreció (palabras literales): Por un pitufo, te la ordeño y me bebo tu juguito. (Traducción: Por 20 euros te hago una felación y me trago tu semen). Al principio me chocó porque pitufo, en Málaga, se le llama a las tostadas hechas con un bollito muy pequeño, con aceite y jamón. Por fortuna Guille es más espabilado que yo para eso de los sinónimos.

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  2. Si lo he entendido bien, eso de no ser creyente y participar y una ceremonia religiosa por el recuerdo de una buena vecina que si lo era, despierta mi admiración y respeto.Supongo, que si se me diera el caso, actuaría de igual modo.

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    1. Habría sido diferente si la mujer hubiera tenido familia. Al menos, así, al asistir a ese ritual, estamos obligados a recordarla durante unos minutos. Era una mujer muy agradable y estaba muy sola. Eso hace aún más triste su final.

      Al menos la mujer era cristiana y no budista. Habría sido muy complicado encontrar un sacerdote de esa religión por aquí.

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