miércoles, 3 de diciembre de 2014

Dos hombres y un destino: Lisboa

En cuanto lo tuve en mis manos y las obligaciones me lo permitieron, fui como una hambrienta satisfaciendo una necesidad primordial: devoré Como la sombra que se va, la última novela de Antonio Muñoz Molina. Ahora la estoy regurgitando poco a poco, comprendiéndola, notando matices, percatándome de detalles y advirtiendo que la única carencia que creía notar en el libro, no es tal. 



En Plenilunio Antonio Muñoz Molina nos mete en la mente del asesino y comprendemos por qué lo hace (vivir pegados a los progenitores a los menosprecia y da asco, ganándose la vida con un trabajo que igualmente le repugna, además de tener un miembro viril pequeño). Pensaba que AMM, en esta novela, iba a hacer lo mismo: meternos en la mente del asesino para que comprendiéramos las razones que lo movieron al asesinato. En un par de ocasiones se menciona que los negros huelen mal, son vagos, y estereotipos semejantes. Pero hay que notar la diferencia entre Plenilunio y Como la sombra que se va. La primera está basada en hechos reales con personajes ficticios; la segunda, en personajes reales con hechos reales y ficticios. 

Sólo la mitad de la novela trata de los días que James Earl Ray pasó en Lisboa. Un error en su huida porque su única forma de sustento era delinquir. En un país donde un extranjero sobresalía como una oveja negra en un rebaño de ovejas blancas, robar para seguir subsistiendo, habría sido como colocarse una diana en la frente. 

La parte más importante de la novela, la que más me ha interesado, es la que el autor habla de sí mismo. Hace una larga confesión con la que parece intentar redimirse de lo hecho muchos años atrás, cuando comenzaba a ser un escritor pero aún no estaba consolidado en el mundo de la literatura y lo ataba a la realidad un trabajo en el Ayuntamiento de Granada, dos hijos, un piso de subvención oficial y una esposa.  Estaba escribiendo su segunda novela: El invierno en Lisboa.  No conocer la ciudad lo tenía paralizado. Un 2 de enero llega a Lisboa, dejando a su esposa, convaleciente aún del parto, a cargo de los dos niños. Cuando regresa a su escritorio en Granada, la escritura fluye como agua de un manantial. 

Seguramente las personas directamente implicadas en su deslealtad (por el viaje de tres días a Lisboa en mitad de las fiestas navideñas y dejando un bebé de un mes de vida), hace mucho que le perdonaron. Y esta lectora, la que aún recuerda con entusiasmo El Invierno en Lisboa, le agradece la valentía que, en parte (ya tenía editados dos libros de artículos y Beatus Ille), hizo germinar todo lo que vendría después.


8 comentarios:

  1. Acabo de terminar "El final de Sancho Panza..." de Andrés Trapiello (muy recomendable), y ya he empezado "Como la sombra que se va". He leído alguna crítica y dicen que es tan deslumbrante como "El jinete polaco". Fíjate que de AMM yo empecé leyendo "El invierno en Lisboa" pero no me maravilló. Hasta que no leí "El jinete polaco" no me enamoré de este autor. Después situaría "Sefarad" y los cuentos de "Nada del otro mundo". "La noche de los tiempos" no acabó de convencerme, me pareció que AMM hizo un esfuerzo titánico para un resultado parcialmente fallido. Con la nueva novela de AMM estoy disfrutando como la primera vez.

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    1. En la presentación de esa novela de Trapiello, a la que asistí ayer, Andrés matizaba, por supuesto sin ninguna ironía, que tanto Cercas con "El impostor", como AMM con "La sombra que se va" han creado más una crónica que una novela. Me pareció interesante el comentario, aunque no estoy tan de acuerdo, pues en las dos prevalece la ficción sobre la realidad de los hechos.

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    2. Yo también disfruté mucho con El Jinete Polaco. Es, sin duda, una novela donde se nota mucho más la madurez del escritor (como escritor, no como persona, que eso tal vez no tenga mucha importancia en la literatura). Otra de las novelas que me gustó mucho de AMM fue Plenilunio, pero creo que soy una excepción entre sus lectores y tal vez esté influenciada más por el tema que por la técnica en su estilo.

      Espero ser en breve, también una lectura entusiasta de Trapiello. Barajados en el montón de libros para leer en breve, tengo un par de este autor.

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    3. El Impostor de Cercas, no lo he leído, no puedo opinar de ese libro, pero respecto a Como la sombra que se va, estoy contigo: no creo que se pueda considerar como una crónica, aunque, supuestamente, gran parte de los hechos que se relatan son auténticos. La mitad de la novela dedicada a MLK está basada en hechos reales y en especulaciones; pero la parte autobiográfica, parece una confesión. Del libro, me gusta mucho más cuando el autor habla de sí mismo.

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  2. "Crónica" que acabo de insertar en el blog del maestro.

    En Madrid, hace un par de horas, Antonio transmitió proximidad a la asistencia con la naturalidad que le caracteriza. Que el auditorio de la Residencia de Estudiantes estuviera repleto tampoco fue una sorpresa. Sí despertó algunas quejas, en cambio, el hecho de que el presentador se excediera en su tiempo y flirteara con el protagonismo del acto. Quejas a las que me sumo porque su misión era la de ejercer de mero subalterno y el público no iba a escucharlo a él, precisamente.
    Un saludo a cada uno de vosotros.

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    1. Finalmente el viscoso mamporrero decidió excluirla, tan torpón él y tan precipitado que ignora que con su jefe mi relación no es "precisamente" mala.
      Pero tampoco es tan extraño si admitimos que hay dos izquierdas: la democrática y la paranoica-miserable, esta última igual de fascista que los fascistas de quien abjura continuamente.

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    2. No he estado nunca en la presentación de un libro. Sí en varias conferencias (casi todas en Barcelona, de Pisón (soporífero), Gimferer...), y suele ocurrir eso: los presentadores del acto intentan adueñarse de todo el evento, sospecho que la mayoría de las veces inconscientemente.

      Qué envidia me das por que hayas podido disfrutar de la presentación. Por aquí, ni por los alrededores, se pasará. Qué pena.

      A veces, demasiado a menudo, es el ciberespacio quien se traga nuestros comentarios sin dejar rastro.

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    3. Mi "crónica" la pude ver durante unos minutos en el blog, hasta que fue objeto de un furibundo auto de fe. A no ser, claro está, que el ciberespacio empiece de pronto por G y termine en o. Asombroso...y muy lamentable. Tal vez dentro de unos días ponga el incidente en conocimiento del patrón...

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