miércoles, 14 de marzo de 2012

Ídolos de sangre

Stephen King se arrepiente de haber escrito sólo una de sus muchas novelas: Rabia (la que publicó bajo el seudónimo de Richard Bachman). Supuestamente sirvió de inspiración a más de un tarado para acribillar a tiros a sus compañeros de instituto.  Marilyn Mason fue culpado por algunos políticos de ser culpable indirecto de la masacre del Instituto de Colombine porque a los asesinos les gustaba su música y las letras de sus canciones son violentas. El asesino de John Lennon se puso a leer El Guardián entre el Centeno mientras esperaba la llegada de la policía para que lo detuvieran.

Constantemente se buscan razones ajenas a la maldad intrínseca del asesino para explicar unos hechos que asustan. Intenta justificar cualquier hecho atroz con maltrato infantil, violaciones por algún familiar, falta de atención de los progenitores, carencias materiales durante la infancia... Cualquier cosa que sirva para suavizar la verdaderas razones de quien ha pegado cinco tiros a un conductor que ha tenido la mala suerte de toparse con él en su camino. A veces da la sensación que se demuestra más conmiseración por un asesino o ladrón que por sus victimas. 

Este medio día nos hemos tomado una cerveza y una tapa con nuestra aparejadora y su novio, que es funcionario de prisiones en Albolote. Está de baja porque un preso le dio un puñetazo en el estomago. Dice que lo primero que hizo fue ir a los sanitarios y pedirles que le examinaran los nudillos y se los fotografiaran para impedir que lo acusaran a él de agresión. Asegura no comprender a esta sociedad -se le nota bastante quemado- donde prevalecen los derechos de los presos que la de los funcionarios de la cárcel. Nos cuenta con dolor que la misma señora que es capaz de escribir cartas de amor a un tío que apuñaló a su esposa, lo llama a él hijo de puta por el mero hecho de avisar del final de la hora de las visitas. 

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