miércoles, 25 de mayo de 2011

AAAAAAAAaaaaaaaaaaaah!!!!

La vida se me había paralizado durante diez días. ¿Cuánto hacía que no sentía miedo? Miedo real. Del que te seca la boca y te provoca sudor frío, sobre todo en la yemas de los dedos, hasta el extremo de emborronar la tinta de bolígrafo de los papeles que se sostienen. Ya ni siquiera lo recuerdo. Durante casi todos estos diez días he estado tan preocupada en ocultarles a Guille y mi madre mi posible cáncer de mama, que no me había dado cuenta del miedo. He pasado por diferentes estados de ánimos. Desde el meloso con Guille, al apático, pasando por el inactivo y el hiperactivo del lunes.  Al final sólo ha sido un quiste de líquido que me extraerán en la próxima revisión ginecológica. Salí eufórica del Centro de Diagnóstico que hay detrás de la nueva Diputación. A cada parada de autobús que encontraba en el camino, me prometía que a la siguiente me pararía a esperarlo. Pero he llegado a casa caminando, y me he dado cuenta que estos últimos días he adelgazado porque la falda me giraba impelida por los movimientos del caminar. Doscientos metros, una vuelta completa. Al principio me empeñé en mantenerla derecha, con la raja en la parte trasera, pero al final la he dejado girar libremente. Ahora estoy como desinflada. Habían pasado tantas ideas extrañas por mi cabeza, que ahora me cuesta volver a la normalidad y monotonía. Hasta había pensado en dejar a Guille si el diagnóstico hubiera sido positivo en cáncer. No quería que pasara por lo que sufrió mi madre y dejó tan marcada.

Cuando sufrí un corte de digestión, mi madre, que siempre ha sido muy arisca (creo que me habrá besado dos o tres veces, y todas ellas cuando era niña), me mantuvo cogida durante media hora, con la cabeza apoyada en su regazo, meciéndome como si fuera un bebé. Es bastante ridículo, pero, en estos momentos, es lo único que deseo.

4 comentarios:

  1. BK, me alegro de que al final no sea nada. Pero al hilo de lo que comentas, me gustaría hacerte reflexionar sobre lo siguiente:
    ¿Crees que sería mejor dejar a Guille marcado por tu abandono?
    Una de las cosas que he aprendido en la vida es que necesitamos que nos necesiten, que confíen en nosotros en las horas bajas, que los que queremos compartan con nosotros sus tribulaciones, que nos permitan ayudarlos y padecer con ellos.
    Ninguno salimos sin marcas de esta vida.

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  2. Hola, Ángela. Gracias por tus palabras. Me encanta lo de "Necesitamos que nos necesiten". Lo de dejar a Guille si hubiera tenido cáncer, en realidad, en este momento, es pura especulación. Seguramente me habría aferrado a él con tanta fuerza que lo habría terminado asfixiando. Lo que no quiero es que sufra, y estar a alguien con cáncer, verlo apagarse poco a poco, sufrir, descomponerse por culpa de la quimio, es muy duro. De nuevo, gracias por tus palabras (y por tu tiempo)

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  3. BK, desgraciadamente conozco bien el tema. Por eso te digo que no hubiera yo sufrido menos si esas personas (en plural) me hubiesen apartado de ellos para no verme sufrir.

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  4. Angela, cada vez pienso más en tu frase "Necesitamos que nos necesiten". Recuerdo con ternura y agradecimiento cuando mi padre me pedía que le diera crema en las piernas (murió de un enfisema pulmonar cuando yo tenía 6 años), era una niña, y nada más pude hacer por él. Por fortuna a nadie más tengo relacionado con el tema.

    Me ha encantado tu comentario en el blog de Antonio Muñoz Molina. Por un momento temí que nos "castigara" durante un tiempo sin más entradas

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