lunes, 12 de diciembre de 2016

Doña niñata, por favor

Cuando me llaman besuga, me siento como pez en el agua. Hoy, además de besuga, me han llamado maleducada e ignorante. Hace mucho tiempo que esas caricias sonoras dejaron de molestarme. ¿La razón de los epítetos? Aún la estoy analizando. 

Fue en una reunión de vecinos, a la que asistí como representante de una propietaria que me había contratado para confirmar que todas las obras de mejora que habían planeado hacer en su inmueble estaban dentro de la legalidad. En realidad, poco escapaba al incumplimiento de la normativa. Algunas eran auténticas burradas, como eliminar vestíbulos previos de acceso al núcleo de escalera-ascensor desde el garaje, y todo para que un par de coches no tuvieran que maniobrar para salir de sus plazas de aparcamiento. 

La verdad es que fui una mosca cojonera para el jefe de la comunidad. Dato erróneo que daba asegurando que estaba dentro del CTE, dato que le corregía. Hasta que estalló y vomitó lo que para otros sonaría a insultos y que para mí sólo era un lamento por toparse ante un muro entre él y la posible comisión del constructor. 

O puede que no exista tal comisión y el hombre, simplemente, tuviera hoy un mal día. Lástima que no me llamara niñata también. En esas ocasiones suelo pedir con mucha educación que me pongan el doña por delante. 

2 comentarios:

  1. Siempre hay un hombre y por ende, siempre hay una comisión. Aquí en Venezuela falta gente como tú, pues acá, alguien en esa situación en que tú estabas, se callaría, y luego iría al despacho del jefe de la comunidad a pedir su tajada.

    Lo de doña niñata... siempre he tenido claro que la experiencia no tiene que ver con el tiempo, sino con lo vivido. Por lo que he podido leer en tu blog,no sólo tienes tiempo ejerciendo, sino que has hecho cosas que contribuyen a la experiencia propiamente.

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    1. Oooooooooooooooh, me ves con muy buenos ojos.

      En realidad sólo estoy cuidando posibles nuevos trabajos. He conseguido que cada uno de los vecinos de ese inmueble ahorren unos 3.000 euros. Además de conseguir que la comunidad no incumplan un montón de normativas que el jefe de la comunidad estaba dispuesto ignorar. Espero que si en el futuro alguno de esos vecinos tiene una reforma o rehabilitación de sus pisos, se acuerden de mí.

      Pero tampoco tiene tanto mérito oponerse a ese sujeto. En el Ayuntamiento, seguramente, le habrían parado los pies, aunque después de gastarse una pasta en proyectos y visados.

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