jueves, 6 de agosto de 2015

Vivir en los corazones que dejamos atrás, no es morir

Por fin la vida va a satisfacer a mi tío, a complacerlo después de 10 interminables años, y lo va a abandonar. Hemos tenido tiempo para despedirnos de él, del auténtico, del que siempre fue, hasta que un ictus enturbió su personalidad por culpa de los dolores y la frustración de depender siempre de alguien.

En la fotografía que más recuerdo porque más se acerca a quién es, está en la playa y carga con mis tres hermanos, uno a cada costado, rodeado por sus brazos, y otro haciendo equilibrio sobre su hombro derecho. Todos sonríen. Siento celos del momento de felicidad que refleja esa foto. Cuando era pequeña me obstinaba en preguntar por qué yo no estaba. ¿Dónde me habían olvidado? No me cabía en la cabeza que mi familia existió durante un tiempo antes de nacer yo.

No ha sido una despedida amarga. La morfina le hizo olvidar los dolores y las quejas que saturaban su conversación hasta hace tres semanas. Conociendo sin paliativos lo que le iba a ocurrir, quiso contarme todas las historias que recordaba de mi padre para que no desaparecieran del todo. La mayoría las conocía, por haberlas oído a mis hermanos, pero algunas otras han sido una sorpresa.

Creo que me miento. Todos dicen que para mi tío es lo mejor, que está sufriendo y los años desde el derrame cerebral, fueron una agonía; pero en las últimas semanas ha sido un pensamiento casi constante capaz de anular cualquier otro, incluso capaz de interponerse entre las hojas de un libro o la conversación con amigos. Y ese pensamiento va unido a un dolor no muy agudo, pero sí persistente, que aviva el recuerdo de otras muertes: la de mi abuela, la de otros tíos, la de más de un primo... pero no la de mi padre, quien no tuvo ayuda externa que mitigara sus dolores postreros, y su última respiración sólo fue una liberación. 

2 comentarios:

  1. Tremendo. Sufrí la terrible situación de una familiar muy próxima y querida, sometida a los paliativos de la morfina como eutanasia encubierta. La única forma de evitarle sufrimiento. Por trágico que sea, en esas situaciones la única salida no es otra que abandonar la vida. En realidad, aquello ya no era vida.

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    1. Lamento leer esto. Nadie debería encontrarse en semejante situación, ni quien observa ni, sobre todo, quien lo sufre. Aunque existe el consuelo de saber que los médicos supieron enfrentarse a la situación.

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