sábado, 4 de julio de 2015

Historias para no dormir

Mi prima la descocada no cree en fantasmas, pero ayer sintió uno sobre su cuerpo y tuvo un susto de muerte. Lo de muerte, por supuesto, es una hipérbole porque le ocurrió ayer por la noche y aún seguía viva esta mañana. Debería estar compartiendo vivienda con su padre estos días. Una casa de campo llena de muchos recuerdo físicos y de los otros, de esos que se guardan en la cabeza y desaparecen, se evaporan, se pierden por completo, cuando la persona que los atesoraban muere. Pero mi prima la casquivana también es una descastada (eufemismo de hija de puta) y ha metido a su padre en una residencia para ancianos durante el mes que estará de vacaciones. Por eso ayer por la noche estaba sola en la casa, rodeada de unos recuerdos físicos demasiado antiguos para significar algo para ella. Fotografías de personas muy ancianas que ya nadie sabe quién eran. Una de las dos únicas veces que he estado en esa casa, uno de los cuadros con marco de madera se había descompuesto y caído al suelo en ausencia de sus inquilinos. La fotografía era de una anciana muy elegante, delgada, con el pelo blanco y un moño muy elaborado que se veía con claridad porque era una pose coqueta, casi de espaldas para mostrar la barbilla afilada y el pómulo perfecto. Los vidrios rotos, el marco descuajeringado, la fotografía e incluso la alcayata que había quedado hincada en la pared, fueron a parar a la basura. 

Para entretenerse, mi impúdica prima (dejó que la grabaran mientras mantenía relaciones sexuales con dos -o tres- compañeros del trabajo) vio una película de miedo asiática, una de esas en las que sale el fantasma de una mujer joven de piel muy blanca y pelo muy negro, lacio y largo, que se cuelgan de sus víctimas como si fueran garrapatas. Después se fue a dormir a una de las habitaciones de abajo. Hacía calor. Tiró sábana y colcha al suelo y puso la almohada a los pies de la cama para que le diera directamente en la cara el fresco que entraba por la ventana. Esparció el pelo por la almohada para que no se convirtiera en una bufanda, para dejar libre el cuello. Tiene una bonita maraña rizada de color naranja. Los rizos son genéticos, el color, químico.  

Pensó que se quedaría dormida de inmediato, por aburrimiento más que por cansancio; pero la casa estaba llena de ruidos.  A pesar de ello, consiguió cerrar los ojos, y dejarlos así, pasada la medianoche. Duró poco su descanso. La despertó unos rabiosos tirones de pelo. Aunque es un ser racional y no cree en fantasmas (tiene como excusa haber sido sacada del sueño con brusquedad) pensó que el espectro de la película quería llevarla con ella. Tuvo tanto miedo de dejar apagada la luz como de encenderla. ¿Y si se topaba frente a frente con la joven de piel blanca y ojos brillantes y completamente negros, incluidos el iris y la esclerótica? Pero los fantasmas no existen. Las alimañas torpes, sí. La tendencia a exagerar de mi prima hizo que describiera como una rata del tamaño de un gato al bicho que se había enredado en su pelo y tironeaba para liberarse. Lo que consiguió gracias al ataque de pánico que le entró, con saltitos histéricos y manotazos. 

Debería estar compungida. Aún recuerdo el llanto desconsolado de mi prima al otro lado del teléfono; pero no soy tan buena persona. 

2 comentarios:

  1. De pequeño, tenía que dormir con mis padres. Mi temor por los fantasmas era tan grande que condené a mis padres a dormir con las luces encendidas, de esas tipo oficina colgadas en el techo, toda mi infancia. Supongo que les debo una gran disculpa.

    Ahora mi único temor es el de no ver. luces completamente apagadas, el destello del celular y su ubicación a un brazo de distancia me son suficientes.

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    1. En mi casa se durmió durante muchos años con la luz de la cocina o el pasillo encendida, hasta que un día se nos ocurrió comentarlo. No sabíamos por qué teníamos esa costumbre, y todos preferíamos dormir en completa oscuridad. Conseguimos un gran ahorro de energía desde ese día.

      Fue muy difícil conciliar el sueño durante el tiempo que dormía en el estudio, estaba lleno de luces: el roúter, el piloto de los enchufes, las pantallas de los ordenadores... era como estar flotando en mitad de decenas de constelaciones.

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