viernes, 26 de julio de 2013

El largo viaje

Al palpar la cercanía de la muerte, vuelves los ojos a tu interior y no encuentras más que banalidad, porque los vivos, comparados con los muertos, resultamos insoportablemente banales. 

Miguel Delibes

Unos zapatos marrones muy parecidos a los que mi padre utilizaba con su uniforme de paisano (porque mi padre siempre iba uniformado), ese fue el billete de mi primer viaje sola en tren. Tenía tres años y el trayecto no pasó de los cuatro kilómetros: desde Bobadilla Estación a El Apeadero. En un lugar donde no existían cines, ni centros comerciales y cuyo bar más frecuentado se llama cantina y está lleno de soldados, ir a ver salir los trenes era todo un acontecimiento. Nos llevaba mi padre y mientras compartíamos alguna bolsa de frutos secos sentados en uno de los bancos destinado al descanso de los pasajeros, nos hablaba de cuando los trenes funcionaban con carbón, de trenes que habían sido famosos o de películas o libros cuyas historias transcurrían en el interior de un tren.



La primera parte de mi vida estuvo muy ligada a los viajes en tren; supongo que pricipalmente por vivir en un pueblo cuyo apellido es Estación y también porque mi madre siempre odió conducir. Exceptuando aquél accidentado viaje a mis tres años de edad, en los que me colé en el tren que estaba a punto de partir persiguiendo unos zapatos marrones que creía eran los de mi padre, sólo en una ocasión, en muchísimos kilómetros hechos a lo largo de las vías, sufrimos un pequeño percance. Íbamos de Bobadilla Estación a Málaga en un vagón muy viejo con asientos de plástico que se quedaban pegados a la sudorosa piel desnuda de los muslos y cuyos respaldos se podían mover para ir sentados en el mismo sentido que el avance del tren o el contrario. A la salida de un túnel una piedra impactó sobre un cristal y lo desmenuzó, pero sin fragmentarlo; cayó sobre un par de viajeros como si fuera una manta. Prácticamente salieron ilesos.

Me sigue encantando viajar en tren. Es mi medio favorito para llegar a Barcelona. Te montas por la noche en el Hotel-Talgo y apareces por la mañana a pocos kilómetros de casa, después de haber dormido mecida por el suave traqueteo de los vagones. Sé que es un medio seguro para viajar porque las estadísticas lo confirman. Lo que me cuesta mucho comprender es cómo precisamente quienes deben afianzar esa seguridad en los viajeros -los presidentes de Renfe y Adif- son quienes precisamente están enturbiando la confianza de todos, primero, haciendo ver que el maquinista del tren accidentado en Galicia era un auténtico kamikaze y segundo, haciendo que todo la culpa recaiga sobre él. En el mismo tramo, ¿qué habría ocurrido si el conductor hubiera sufrido un desvanecimiento? Las consecuencias habrían sido las mismas.

Ahora, lo que los usuarios del ferrocarril necesitamos, para no tener que persignarnos, aún siendo ateos, cada vez que vayamos a hacer un viaje, es que estos dos señores que con tanta perfidia se lavan las manos, den la cara y afirmen que harán test psicológicos a los conductores de las máquinas y, sobre todo, confirmen que se pondrán medios mecánicos para impedir que en tramos peligrosos dependa únicamente de una persona el que el tren no vaya a velocidad superior a la permitida.

6 comentarios:

  1. Estoy completamente de acuerdo contigo. Están descargando toda su incompetencia sobre un hombre. Pienso que la responsabilidad de ésta terrible tragedia tiene más nombres.

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    1. Parece que ya han cogido su cabeza de turco y no la van a soltar. Esperemos que al menos sí tenga consecuencias y se aprenda de los errores que han habido: antes del accidente y después del accidente.

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  2. Uf, no creo que ningún test psicológico ni ningún medio mecánico puedan impedir que ocurran accidentes. Hace un año escribí un post en mi blog sobre los accidentes de tren:

    http://esuomi.blogspot.com.es/2012/03/accidentes-de-tren.html

    ¿Quiénes fueron los responsables en los accidentes del Reino Unido, de Finlandia o de Polonia?

    Me encanta viajar en tren y he viajado mucho en tren. Es mi medio de transporte favorito. Pero muchas veces los trenes en los que he viajado han estado asociados a tragedias. Los atentados del 11-M, por ejemplo, fueron en la línea de cercanías que yo utilizaba casi a diario por esa época. No está de más que, aun siendo ateos, nos persignemos cada día al despertar. O, por decirlo de manera más laica, agradezcamos el milagro de estar vivos.

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    1. Yo tampoco creo que un test psicológico impida que haya accidentes: nada puede evitar los despistes, como parece ser ha sido la causa en esta ocasión (lo mismo habría ocurrido si el conductor hubiera dado una cabezada o se hubiera mareado). Lo del test era porque desde el principio estaban dibujando (supongo que los mismos responsables de los ferrocarriles) la personalidad de este hombre como la de un kamikase, un chulo que le gusta presumir de lo rápido que va y es poco consciente de su responsabilidad.

      Menos mal que existo yo para compensar la casualidad de los accidentes férreos en los trayectos que has hecho, porque si no, el porcentaje de accidentes sería enorme y los viajes en tren se asemejaría a jugar a la ruleta rusa con un revólver. En los viajes que he hecho, ni antes ni después, han habido accidentes (por fortuna).

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    2. En tiendo que en esos trenes, como en los aviones, va un maquinista opiloto auxiliar, para intervenir en esos casos de indisposición repentina del que lleva el mando o los mandos.
      También entiendo que hay responsabilidades colaterales de todo tipo, pero eso no resta responsabilidad personal al maquinista, por su imprudencia más que despiste y no pretendo "cebarme" con él. Le compadezco pués como suele decirse no quisiera estar en su "pellejo. Tal vez le hubiera resultado más positivo contarse entre las victimas y se hubiera ahorrado la vida de sufrimiento que le queda.
      Todos nos hemos sentido conmovidos porque ha sido un accidente cercano, nuestro. Afortunadamente si ocurre, por ejemplo, en Indonesia el dolor es mucho menor. La Madre Naturaleza es sabia, si no fuera así no podriamos vivir tranquilos ni un solo día.
      El 1972 sufrimos otro accidente aquí cerquita, en Trebujena Cádiz, incluso con mayor número de victimas: 86 fallecidos. Fue terrible.

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    3. En esos momentos el segundo maquinista no estaba en la máquina, según han dicho hoy, después de abrir las cajas negras. El conductor alega que se despistó, pero, supongo, que al igual que en las carreteras, en las vías férreas habrá indicaciones de a qué velocidad deben ir.

      Creo que hacemos más nuestros los difuntos habidos en accidentes o catástrofes que se hayan producido más cercanos respecto a la ubicación y también más cercanos respecto a la forma de ser. Nos preocupamos más por media docena de fallecidos en un atentado en EEUU que por el doble de fallecidos habidos en un atentado en Marruecos.

      Conozco relativamente bien Trebujena. Tenemos un montón de amigos en ese pueblo de cuando íbamos a Jerez de la Frontera, al circuito de las motos. Es gente muy divertida y algo extravagante. No sabía que había habido un accidente ferroviario tan grande en ese pueblo. He estado mirando en las hemerotecas. Fue una catástrofe enorme, también producida por un error humano. Un año muy aciago 1972, además hubo un accidente de avión y otro de una atracción de feria con cinco muertos.

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