lunes, 1 de julio de 2013

A todo cerdo nos llega nuestro san Martín

Los enormes llanos de la Base de Armilla. A primeras horas de las mañanas de invierno, cuando el sol iluminaba pero aún no había comenzado a calentar, la tierra y la escasa vegetación estaban cubiertas por una espesa capa de escarcha que parecía nieve, y a mí, con los hangares de los helicópteros a nuestras espaldas, me permitía imaginar que estaba en Siberia. En aquellos enormes llanos sólo había un único poste, con una manga de viento en su cúspide, como si fuera una bandera catalana desvaída. Allí fue donde mis hermanos me enseñaron a montar en bicicleta e invariablemente yo terminaba yéndome hacia el poste (raro fue que no lo atropellara ni una vez). 

Soy del tipo de persona que se tira, sin poder evitarlo, hacia un poste solitario en mitad de una estepa. 

No me gustan los parques de atracciones ni las ferias (sobre todo a la hora de alejarme de ellas: son como falsas promesas de felicidad); pero no puedo evitar ir una y otra vez. De ellas sólo me atraen las montañas rusas o cualquier atracción que me voltee, sacuda, haga volar o me ponga bocabajo. Precisamente las que menos gustan a Guille. ¿Para qué quieres subirte al Dragón Can si tenemos a Carles?, me preguntar con sorna. Carles es nuestro asesor fiscal y suele mandarnos la documentación que tenemos que entregar a Hacienda en el último momento. Poco antes de comer me envió la copia de la declaración de hacienda del año pasado (el plazo para entregarla cumple a las 12 de esta noche), para que la firmara con el certificado digital y la reenviara. 

Al ver el resultado: aluciné (sí, en colores). ¿Cómo es posible que el año pasado, habiendo ganado menos, pero habiendo gastado más, paguemos más que el anterior? Llamé a Carles. Pedí que me explicara. Es fácil: podemos gastar todo lo que queramos en hipotecas y planes de pensiones, pero si hemos ganado una cantidad limitada -muy limitada- de dinero, sólo podemos desgravar parte de lo gastado. 

Carles me envía una fotografía:


Pínchale alfileres, me aconseja. No le harás daño, pero relaja un montón.

2 comentarios:

  1. Lo de Hacienda prefiero obviarlo, porque ayer me llegó el cargo semestral y si lo recuerdo me sube la tensión.
    Pero lo del poste y los choques ciclistas me recuerda a un reciente programa de Saber y Ganar donde dedicaban una fase a responder sobre la denominación de seis árboles famosos en el mundo pos determinadas características, uno de ellos superviviente en el desierto del Sahara que un año, no recuerdo cuando, fue derribado por un topetazo ¿casual? de un camión. Parece cierta la teoria de la mala suerte del "Pupas".
    Por cierto, ignoro porqué a esas mangas de vientos se les denomina: "Condones del obispo".

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    1. Ja, no sabía que a las mangas de viento las llaman Condones del obispo. Mejor no imaginar la razón.

      A mí también me hierve la sangre cuando recuerdo lo del fisco. Sobre todo me molesta que aseguren que no han tocado las pensiones, pero la carga fiscal que ha tenido mi madre este año (es pensionista) es mucho mayor que la del anterior, aunque por fortuna a ella le devuelven dinero.

      Lo de chocarse contra el único obstáculo que se nos pone delante, yo creo que es algo genético y heredado de nuestros ancestros. Puede que esa fuera la forma su cazar: un despistado no podía evitar chocarse con un dientes de sable y mientras el bicho se merendaba al desdichado, los demás cazadores se cargaban al bicho.

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