sábado, 8 de diciembre de 2012

Como una ostra en el desierto

Me aburro. Siempre pensé que mi situación ideal era la que tengo en este momento: poco trabajo pero el dinero suficiente para ir tirando. Desde que empecé la carrera he trabajado por encima del horario que aconsejan (en realidad no sé quién lo hace; dividen el tiempo del día en tres: ocho horas para el trabajo, ocho para el descanso y ocho para el ocio). Durante la carrera tenía que ganar el dinero suficiente para cubrir mis necesidades básicas (la beca daba para muy poco y mi madre apenas me podía ayudar). Cuando conseguí mi primer trabajo de arquitecta -sin contar los que hice para algunos profesores-, tuve que seguir estudiando, porque en la carrera te hacen aprender muchas cosas inútiles, pero no las imprescindibles para hacer un proyecto en condiciones. Cuando tuve experiencia y me trasladé a Barcelona, tuve que estudiarme las nuevas normativas y aprender a utilizar algunos otros programas. Cuando supe lo suficiente para poder relajarme, empezó la crisis y hubo que luchar para rendir más que los demás: todas las semanas había más de un despido (casi todos éramos autónomos: te dejaban de pagar durante un par de meses, y si no pillabas la indirecta, te daban la carta anunciándote que ya no necesitaban más tus servicios). Nosotros abandonamos el barco cuando lo vimos zozobrar. El mismo día que nos despedimos, abrimos el estudio de Barcelona y de inmediato nos llamaron para el edificio del Campus de la Salud en Granada y tuvimos la posibilidad de abrir el estudio en Málaga. Me encantó volver a la monotonía a la que me había acostumbrado durante la carrera: dormir una noche de cada dos. ¡Qué placer era robar algunas horas al sueño para leer o ver una película! O rellenar los tiempos muertos que me dejaba el cálculo de estructuras, escribiendo en este blog. En ese tiempo que yo consideraba de agonía, imaginaba que sería capaz de leer un libro de una sentada o ver más de una película seguida: sólo necesitaba tener la libertad para hacerlo, sin remordimientos de conciencia. Ahora puedo. La carga de trabajo se ha reducido tanto que puedo tener las tardes libres y hasta dormir todas las noches. El edificio del Campus de la Salud ya está por la estructura y apenas nos está dando problemas. Tenemos la apertura de algunos locales comerciales, dos periciales y media docena de finales de obras. Debería estar contenta y disfrutar de este momento de ocio, pero me resulta imposible. No soy capaz de leer más de tres horas seguidas y si intento ver más de una película, cabeceo ante el inicio de la segunda, aunque esté ahíta de dormir. 

Sin duda Vetusta Morla tenía razón: Sin carbón, no hay Reyes Magos.

2 comentarios:

  1. Es posible que ya no quieras hacer lo que pensabas que querrías cuando no tenías tiempo para ello. Abre el foco: quizá la lectura y las películas no son para este momento, quizá hay algo en lo que nunca habías pensado.
    Cuando se produce un cambio drástico en la vida, nos quedamos como perdidos, sin saber qué hacer, cómo llenar el tiempo con el que siempre soñamos y del que nunca dispusimos.
    Vetusta Morla no tenía razón: los Reyes Magos existen por sí mismos, son independientes del carbón. Si no lo ves así, es porque no estás enfocando bien.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias por el consejo. He estado mirando cursillos por aquí cerca, gratuitos, de pago, para recibir y para impartir... He visto algunos muy interesantes (montar a caballo y de cocina). El de cocina, por desgracia, sólo es para personas mayores de 65 años y el de caballo, aunque no tiene restricciones de edad, sólo va un grupito de niñas. Así que, de momento, sigo buscando

      Eliminar