sábado, 5 de diciembre de 2015

La chispa de la vida

Odio esas películas en las que un hombre blanco se erige como único salvador de una mayoría marginada. El cine, supongo que para conseguir mayor taquilla, suele olvidar a los auténticos héroes. Fue una señora que se negó a levantarse de un asiento en el autobús destinado exclusivamente a los blancos quien inició la igualdad entre personas blancas y negras en EEUU, y fue Gandhi y sus seguidores quienes lucharon con la no violencia contra el yugo inglés, y fue Mandela y sus seguidores, principalmente con sus métodos no violentos, quienes consiguieron erradicar el apartheid. 

Mi cuñada, una de las primeras veces que salí con ella, me dijo que me iba a pringar de su color (es negra). No supe a qué se refería. Supuse que se debía a un problema con el idioma (es inglesa y por aquel entonces aún no hablaba bien el español). Después de comer en un restaurante y hacer algunas compras, lo comprendí perfectamente: iba a ser tratada como ella. El racismo no sólo está en un grupo de chavales que se tapan la nariz al pasar junto a ella (nosotras) y decir que apesta, o en la pereza voluntaria de un camarero que no te atiende con la esperanza de que termines aburriéndote y marchándote; también está en la sonrisas beatificas de los dependientes al preguntarte si te pueden servir en algo, o en la atención excesiva y descompensada respecto a otros clientes, de un camarero. La igualdad no está en que demuestren que te toleran, la igualdad está expresamente en eso, en que no haya ninguna diferencia en el trato entre unas personas y otras. 

Recordar las primeras salidas con mi cuñada lo ha desencadenado el último anuncio navideño de Coca-Cola. Confunden tolerancia y paternalismo con igualdad.



(Me pregunto si el publicista era un topo infiltrado de Pepsi-Cola).

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