domingo, 9 de noviembre de 2014

Selección natural

La luz del día, que se cuela entre las rendijas de las persianas bajadas y las cortinas corridas, se refleja en la esfera del despertador, antes de que yo haya conseguido dormir. Durante una semana he intentado adaptarme a las horas de sueño de Guille (es en lo único que somos incompatibles); pero sólo he conseguido frustración y percatarme que el edificio donde vivo, aparentemente tranquilo, es muy ruidoso. No es lo mismo permanecer despierta y trabajando o distraída, que estar metida en la cama sin sueño y con la intención de dormir. Cada pequeño ruidito se convierte en un trueno. Cisternas que se vacían y llenan, tuberías demasiado anchas que hacen imaginar los vaivenes de las aguas residuales golpeando como arietes contra sus paredes, camas chirriantes que delatan amores onanistas, gases digestivos que escapan sin pudor, tic-tacs de relojes que martirizan en la redundancia del tiempo perdido intentando dormir... Lo peor llega con precisa puntualidad a las seis y media de la madrugada. Para mí sólo era la demostración de la falta de civismo de alguno de mis vecinos al poner una radio o la televisión tan alto que hace adivinar un problema auditivo. Mi vecina del segundo, que todo lo sabe, conoce los pormenores del estruendo que para muchos sirve de despertador. El bloque de pisos, hasta hace muy poco desierto, está ahora lleno de estudiantes. Hay quien aprovecha hasta las primeras luces del día para estudiar y quien prefiere meterse en la sesera cuanto necesita saber con la plena consciencia del despertar. Dos pisos contiguos están ocupados por cada uno de estos grupos de estudiantes y se acusan mutuamente de hacer tanto ruido que los unos no pueden dormir y los otros estudiar, y viceversa. Se han declarado la guerra y se tiran día y noche pretendiendo molestar a sus vecinos, en lugar de intentar llegar a un acuerdo y olvidando el propósito original de necesitar dormir y estudiar. ¿Conseguirá alguno llegar al final del curso sin haber suspendido todas las asignaturas? 

4 comentarios:

  1. ¡ Que descripción tan real de las horas insomnes, durante la noche y la madrugada!
    No se porqué, aunque nada tenga que ver, con el inicio me ha venido a la mente la poesía fúnebre de Becquer: La luz que en un vaso...

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Será porque el día mata a la noche.

      Tengo mala memoria para los poemas. Recuerdo sólo los que las monjas nos hacían repetir hasta la saciedad, por lo general, poco interesantes; y algunos de Neruda, Machado y Juan Ramón Jiménez, que aprendí por masoquismo. Bécquer, me parece, no está lo suficientemente valorado, por culpa del romanticismo adolescente.

      Eliminar
  2. La vida de estudiantes... qué tiempos aquellos... Supongo que eso es lo bueno de vivir en una ciudad tipo "pueblo grande" Por lo general, dormir o estudiar entre semanas es algo perfectamente factible. Se torna un poco más ruidoso, en los fines de semana, pero siempre hay una casa, o un apartamento donde el ruido no llega (mi grupo de estudio lo mantuvimos desde el inicio hasta el final de la carrera).

    Espero que para el bien de todos, (creo que por el Capitán no hay que preocuparse, lo describes con un sueño tipo yunque) entre los estudiantes se hagan una asamblea, se den las pases, y establezcan las pautas para un mejor convivir. Quien sabe, quizás de eso salga unos matrimonios, unos bebés, unos mejore amigos y hasta se reagrupen los grupos de estudio de una manera más eficaz y eficiente... Ya el mareo me está jugando una mala treta, escribiendo yo cosas utópicas.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Por fortuna ya no ocurre, pero cuando yo estudiaba, las juergas empezaban el jueves por la tarde y ya no acababan hasta el domingo a la hora de ir a clase. Y lo malo es que casi todos mis pisos de estudiante (tuve la media de dos por año), estuvieron en la calle Pedro Antonio de Alarcón, donde se concentraban todos los bares y tiendas que vendían alcohol hasta la madrugada, y la gente bebía en mitad de la calle.

      Los estudiantes del primero ya están más sosegados. Intervino el jefe de la comunidad y los amenazó con pedirle al dueño que les rompiera el contrato. Los pisos en este bloque son baratos, el lugar es tranquilo (siempre que no perturben ellos mismos) y está a un paseo bastante agradable de las principales facultades (Ciencias, Farmacia, Medicina, Derecho...). Seguro que temen perderlo. Parece que, momentáneamente, han firmado una tregua. Esperemos que dure.

      Eliminar