lunes, 3 de noviembre de 2014

Mujer blanca sobre fondo negro bajando la basura

Cuando esta noche bajé la basura (a Guille hoy le toca preparar la cena), iba pensando en la última vez que fui realmente feliz (no feliz por momentos, sino feliz durante un largo periodo de tiempo lleno de sosiego y sin temor al futuro). Concluí que había sido pocos meses antes de dejar el trabajo en el estudio de Barcelona, cuando se adivinaba la crisis, pero aún no la profundidad del caos. Me gustaba mi vida de aquel tiempo: estar rodeada de compañeros de trabajo, poder diferenciar perfectamente el horario de trabajo y el horario para el ocio (eso no ocurre si tienes la oficina donde vives), incluso me gustaba tener jefa y recibir de vez en cuando alguna palmadita en la espalda. 

Por la ventana abierta de la escaleras vi una Luna oronda, casi llena, velada por una capa de neblina. Desde la calle no se veía porque la tapaba el Hotel San Antón. Cuando llegamos a Granada teníamos mucha relación con ese hotel. A menudo desayunábamos en su cafetería y cuando venía de visita mi madre o el padre biológico de Guille, se hospedaban en él. Ahora agoniza (como tantos otros negocios en Granada). 

Al regresar a casa subiendo por las escaleras, me olvidé de buscar la Luna enmarcada por la ventana. Iba pensando que aún no he felicitado las navidades pasadas a mi amiga Victoria (es una amistad que no requiere de un constante recordatorio, pero que prefiere la palabra hablada a la escrita, y ella ha estado fuera estos meses, con el móvil fuera de servicio). Iba imaginando la conversación que pensaba mantener con ella: ¿Cómo te va todo? Ninguna novedad por aquí, por fortuna

Hoy me ha dado por ponerle título de cuadro a la entrada.

2 comentarios:

  1. No news, good news. Esas palabras, con un significado similar a tu última oración, fueron una frase que empleó la contratista que nos subcontrató para un proyecto cuyo cliente final estaba a punto de declarar abandonado el proyecto, y con ello cinco meses de arduo trabajo. Y todo porque a la contratista se le ocurrió no enviarles nada. No niego que estabamos atrasados, (como siempre) pero de allí a no entregar nada hay un trecho gigante.

    Aún intento construir el cuadro que nos intentas describir. Supongo que cuando la cabeza te da vueltas, la fiebre te emboba, y el dolor de espalda no te deja caminar erguido no ayuda mucho a la imaginación.

    Tranquila, ya estoy aquí, no he escrito nada en ningún lado. Pero tengo mucho hilo en la cabeza, telarañas quise decir, a ver si con eso hago unas cuantas entradas.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Espero que ya estés completamente recuperado, ya que han pasado bastantes días desde tu comentario (lo mío ha sido simple despiste: no suelo hacer mucho caso a los correos que llegan advirtiendo de los nuevos comentarios y estos me habían pasado desapercibidos).

      El día que consiga entregar un proyecto a tiempo, será un milagro. Se comienza con tranquilidad, haciendo un esquema mental de cuál debe ser el avance cada día, y hasta es posible que durante unos días se consiga el objetivo; pero, de repente, se comienzan a acumular los problemas y es posible que si le dijiste al cliente que le entregarías el proyecto el lunes, lo entregues el lunes, pero de una o dos semanas después (como nos ha ocurrido con el último).

      Eliminar