jueves, 20 de noviembre de 2014

Que la ficción no nos impida ver la realidad

Retrospectivamente, lamento mucho carecer de imaginación porque, de no haber sido así, podría haberme divertido bastante durante las misas interminables a las que estaba obligada a asistir cuando era niña en el internado o acompañando a una amiga (la madre era muy beata y no habría aceptado que su hija tuviera relación con ateos); podría haber  imaginado historietas en lugar de mirar a hurtadillas el reloj, impaciente, deseosa que, lo que se asemejaba bastante a un castigo, terminara. Ya era atea, lo llevaba siendo desde antes de mi prematura primera comunión (la hice con seis años: al capellán del Destacamento donde vivíamos, ante el previsible desenlace de la enfermedad de mi padre, se le ocurrió que sería un bonito detalle adelantar lo que él calificó de el día más feliz de mi vida). Mi opinión, no contaba, ni para la asistencia a misa ni para los faustos de ese día que fue como un aviso tangible de lo que iba a ocurrir en breve. 

Creía que habíamos avanzado bastante en lo referente a las libertades de la religión. La constitución lo dice, pero para los niños la realidad no es esa; la mayoría están atados a los dictámenes de los padres y, desde hoy, también a los dictámenes de la justicia: El juzgado da la razón a un padre que quiere llevar a su hijo a catequesis pese al rechazo de la madre

¿El fallo judicial habría sido el mismo si el padre hubiera sido judío y quisiera cortarle el prepucio al niño? ¿O si el niño hubiera sido niña y el padre musulmán y quisiera que su hija llevara velo?

Sólo cabe lamentar las horas de aburrimiento y tedio que le quedan por delante al niño, aprendiendo cosas que, tal vez, no le sirvan para nada porque cuando sea lo suficientemente maduro e independiente considere que su Dios verdadero está en el budismo, el islamismo, el judaísmo... o, simplemente, se quede pasmado al imaginar lo que el azar y el tiempo es capaz de hacer, a pesar de que eso nos convierta en ápices de conciencia en medio de una eternidad. 

4 comentarios:

  1. Un compañero de clases, hoy colega, integrante de mi mismo grupo de estudio, apodado "pipa", Dijo una vez: "menos mal que mamá fue necia, terca, y coñeemadre cuando yo era un niño, si fuera por mi, me la pasaría jugando futbol y viendo caballeros del zodiaco. Ya después que crecí, me dejó hacer lo que se me viniera en gana". Dicho esto, debo aclarar que "pipa" fue todo un muchacho ejemplar, con excelentes calificaciones, sin vicios y responsable.

    Los padres tienen el deber de enseñar desde pequeño a sus hijos qué está bien y qué esta mal, aunque sea en contra de su voluntad. Lamentablemente la mente de un niño, es más fácil de subyugar por sus propios deseos, y por otra parte hay padres que aún no saben distinguir que deben o no enseñar, mejor dicho, no saben qué está bien y qué está mal. Mi opinión muy personal. Espero no haber ofendido, que jamás ha sido esa la intención.

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    1. Claro que no ofendes. Lo bueno de estos foros es tener opiniones diferentes para poder contrastarlas. En este caso en concreto, después de haber hablado del tema con mi hermano, que es padre -y ateo-, empiezo a dudar de mi propia opinión. Él considera que debe prevalecer la decisión del progenitor que tiene la patria potestad -en este caso, el padre, que quiere que el hijo vaya a catequesis-.

      Por su supuesto a los hijos no se les puede dar todo lo que quieran (evitarles obligaciones, entre ellas) porque los convierten en seres débiles. Pero, en una sociedad laica como es supuestamente la española según la constitución, ante el enfrentamiento de dos progenitores, creo que el juez debería haberse inclinado por los derechos constitucionales a pesar de tratarse de un menor (la verdad que, ante este problema, es una alegría no encontrarme en el pellejo de ese juez porque cualquier decisión tomada parece acertada y errónea a la vez).

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  2. Gran dilema. En teoría, en mi opinión, debería decidir el niño, pero para esa decisión ¿sería libre con esa edad?, ¿Estaría influenciada por el padre? ¿Estaría influenciada por la madre?. Pues no se, creo que lo mejor sería dejar en "aparcado" ese rito de la primera comunión, en la mayoría de los casos, un mero festejo familiar, hasta que el niño tenga edad para decidir por sí mismo. Lo que en la actualidad se fija a los 18 años.
    Respeto a los creyentes, pero no comparto tantas primeras comuniones, solo para vestirse de "guapos", regalos, banquete como si de una boda se tratase y luego que no aparezcan mas por la iglesia, ni los niños.. ni los padres. Pura hipocresía y ostentación

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    1. Soy de la misma opinión respecto a la comunión.

      Mis dos hermanos mayores hicieron la comunión porque en su colegio, religioso, era obligatoria. El año que le tocó hacerla a mi hermano mediano, los frailes pidieron que los niños (era un colegio masculino exclusivamente) no fueran disfrazados de almirantes o marineritos. Debían ir vestidos de calle y con una cruz de madera, nada más. En la fotografía del grupo, sólo dos o tres niños, entre ellos mi hermano, satisfacían la petición de los religiosos. Por supuesto, después de ese día, ninguno de mis hermanos ha vuelto a pisar una iglesia. Ni siquiera entran cuando van a un entierro o una boda, se quedan a la puerta y esperan.

      Las comuniones, cada vez más, parecen el ensayo de una boda. Lo único que hace falta es que le arrojen arroz al crío que la celebra (aunque en la última que estuve, le tiraron pétalos de rosa a la niña de la comunión).

      La madre del niño del artículo quería que le dejaran la elección a él cuando fuera mayor de edad; pero el juez lo desestimó.

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