miércoles, 12 de noviembre de 2014

La forja de un canalla

Cuando ayer, pasada la medianoche, regresé de Málaga a casa, la sala de trabajo me pareció un universo psicodélico lleno de estrellas de colores. Azules de los pc; verdes parpadeantes del router; naranja de las pantallas durmientes; rosa del ratón que compré un domingo de desesperación en un bazar asiático por una miseria y que iba a ser provisional aunque ya llevo con él más de un mes sin que me apetezca cambiarlo por otro mejor... Suelo dejar los ordenadores encendidos, en el proceso de un análisis exhaustivo del antivirus, la desfragmentación del disco duro o simplemente disponibles para que compañeros con los que trabajamos puedan coger los archivos que hicimos en grupo. Me gusta volver y encontrarlos así. Me permiten creer que la casa no está tan vacía, imaginar que cientos de cordones umbilicales me unen con tantas otras personas. 

Ayer, a la vuelta de la soledad del piso, encontré un par de mensajes de compañeras con las que compartí trabajo en el estudio de Barcelona. Me pedían que entrara en el facebook de la que fue nuestra jefa. Anunciaba la vuelta de su hijo menor de estudiar en el extranjero. En el trabajo conocíamos muy bien al hijo de la jefa. Solía merodear por allí todas las tardes, después del instituto, pidiendo ayuda para que le echáramos una mano con los deberes de matemáticas, idiomas o dibujo. Teníamos el permiso de su madre para hacerlo y, en una ocasión, hasta tuvimos la obligación de escribir interminables fórmulas de química que imprimió en letra minúscula y utilizó como chuletas (para su hermana hicimos lo mismo).

Era un niño muy mimado, y no sólo por su familia. Poseía una belleza de adolescente femenina, casi toda concentrada en los ojos que parecían sonreír y en la piel impoluta y perfecta que le daba apariencia de fragilidad.  A alguien con su aspecto resultaba muy difícil considerarlo culpable de hacer algo malo. Hubo incluso quien creyó justificado que el niño le montara una escena a la madre en mitad del trabajo porque se negaba a comprarle un cinturón de Gucci (costaba más de 400 euros -creo que nunca he tenido una prenda tan cara, sin contar el vestido de novia; no me parecería útil, siempre con temor a una rotura o mancha ¡qué incómodo!-). El día que las cámaras de la oficina (las había por todas partes, incluso bajo las mesas) pillaron al niño in fraganti delito -sustrayendo dinero de la mochila de una administrativa-, la que pareció más perturbada por lo ocurrido era la propia víctima. A la madre se le ocultó la fechoría del hijo, y desconozco si la administrativa recuperó su dinero. 

Han pasado más de siete años de estos hechos. El niño, ya hombre en las fotografías con las que su madre ilustra su facebook, dejó hace tiempo de ser guapo. La masculinidad invadió su piel de princesa y los ojos, que antes estaban curvados hacia arriba, ahora parecen haber sido arrastrados por la fuerza de la gravedad y aunque sonría, su apariencia es la de alguien enfadado, triste y sombrío. 

Una de mis antiguas compañeras interroga: ¿Adivina de dónde vuelve en realidad? La otra comenta: En el cole que ha estado llevaban uniforme a rayas.

Me pregunto si estuvo bien que le ocultaran a la madre le delito del hijo. ¿Habría podido evitarle el futuro que le esperaba?

6 comentarios:

  1. Hasta el mismo Barea leería con curiosidad esta historia. Luego, por muy serio que el bueno de Arturo era, se reiría con la de litle Nicolás, nada sorprendente en este país de desguazadores y buitres donde ya todo es posible. ¿A quién detendrá la Benemérita el próximo lunes? No os perdáis el próximo episodio titulado: "Una colombiana te espera en Tenerife, mi amol"

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    1. Da miedo abrir los periódicos el lunes por la mañana. Suele echarles una ojeada antes de acostarme. Hoy El País dice que Hacienda Lanza una ofensiva contra los abusos fiscales del fútbol. Me pregunto si nos estarán preparando para encontrarnos mañana por la mañana con que han detenido a algún directivo del Barça o el Real Madrid. En El Periódico, Pablo Iglesias aconseja a sus seguidores: Si os insultan, sonreíd, bajo una foto con las palmas levantadas, como si estuviera enseñando las llagas (a lo mejor lo proclaman el nuevo Mesías). El Mundo habla de 534 cuerpos, donados a la ciencia, abandonados y olvidados en los sótanos de la facultad de medicina de Madrid.

      Esperemos que el susto de mañana por la mañana no sea muy grande. Crucemos los dedos.

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    2. Titulas la entrada "La forja de un canalla" y parece a que mi alusión a Barea no le has encontrado sentido....

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    3. Mil perdones, a veces empiezo a escribir y se me pasa comentar algunos de los puntos. Pensaba decirte que me habías pillado porque, efectivamente, el título de la entrada hacía referencia a La forja de un rebelde, de Arturo Barea.

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  2. La respuesta a tus dos preguntas formuladas al final de la entrada, son, en mi humilde opinión, las siguientes: Es indiferente que le hayan ocultado o no el delito a la madre. El futuro de la criatura fue por su propia culpa, por no haber pulido bien su técnica.

    Permíteme explicarme mejor. Desde siempre, los padres les enseñan a sus hijos qué está bien y qué está mal. Si los hijos no aprenden por las buenas, los padres tienen la ominosa obligación de enseñarles por las malas. Una vez que crecen, los hijos verán con qué patrón moral medirán sus acciones.

    Desde un punto de vista distinto, enriquecerse de mala manera suele ser muy fácil y sustancioso al punto de verse atractivo, y no lo niego, si no fuese por las enseñanzas de mamá, yo sería millonario siendo ratero. Si alguien tiene planeado basar su vida económica en el bien ajeno, y habiendo sufrido ese percance de pequeño, debió haber reflexionado sobre su técnica, y evitar caer nuevamente.

    En lo personal, aún tengo en mente cometer un gran acto criminal digno de publicación mundial. Pues si voy a ir a la cárcel, iré por una obra de arte y no por un par de billeteras o un poco de efectivo de un cajero. Siempre he soñado con robar un banco, pero no para hacerme rico, sino sólo para demostrar que puedo. Vale, es sólo un sueño, así como secuestrar a la Reina de Inglaterra o al AF-1 (avión presidencial de Estados Unidos)

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    1. O hacer igual que Vicenzo Peruggia: descolgar la Mona Lisa, esconder el cuadro bajo sus ropas y salir por las puertas vigiladas sin que nadie se percatara. Estoy convencida que los robos más descarados, los que se hacen a vista de los vigilantes con desparpajo, como si se tuviera el derecho de hacerlo, son los que mejor salen. Éste es un ejemplo, y lo de El Pequeño Nicolás (el timador) que consiguió colarse en los eventos más vigilados, otro.

      Procura cometer el delito en Mónaco, si te pillan, allí tienen cárceles con vistas al mar y el rancho está preparado por cocineros de la alta cocina francesa. Además, me pillarías más cerca para llevarte un pastel con una ganzúa en su interior.

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