sábado, 9 de febrero de 2013

La amputación

Ocurrió hace exactamente una semana, cuando la luz que se filtraba por las rendijas de la persiana aún era las de las farolas de la calle. Guille dormía y yo hacía mentalmente la lista de la compra. Mi reacción fue un repullo por la sorpresa al escuchar inesperadamente el estruendo, en mitad de la madrugada, del tenue zumbido que Guille tiene como tono de llamadas en su móvil. Tuvo que sonar tres veces antes de que lo cogiera. El primer zumbido, el que me alertó; el segundo, el que me hizo comprender que nuestra monotonía iba a ser amputada de cuajo; el tercero, el que me hizo reaccionar y apresurarme a cogerlo para que no  despertara a Guille, porque aún quedaba una mínima esperanza que al darle al Contestar, escuchara una voz  con acento extranjero diciendo: Ya.com. Le habla Elisenda. ¿Es usted el titular de la línea? Esperanza vana: era mi suegra. El padre de Guille estaba hospitalizado. En aquel momento no supo decirnos qué le ocurría, le estaban haciendo pruebas. Para todos ellos, mi suegra, sus hermanos, el propio Guille, su padre es el no biológico. Sólo yo hago la distinción entre uno y otro.

Medio día más tarde, estábamos ante una madre de Guille extraña, como si de señora se hubiera convertido en indigente. Bajo el abrigo asomaba su camisón, sin medias, zapatillas de casa, despeinada, sin maquillar. Ella, que es incapaz de salir de casa si su vestido tiene una insignificante arruga... Enternecía la fragilidad de ese otro aspecto de la personalidad de la madre de Guille.

Mi suegra atañó a Guille el que todo se solucionara favorablemente. Apenas llegamos, nos informaron que pasaban a mi suegro de la cuidados intensivos a una habitación normal. No hemos llegado a saber qué ocurrió con exactitud. Salió después de cenar a comprar cigarrillos a un minimarket que hay a dos manzanas de su edificio (suelen cenar a las 21:00), así que serían las 22:00 como muy tarde. A las 2:30  de la madrugada, una ambulancia lo recogió inconsciente y con una brecha en la cabeza a 200 metros de su casa, pero en dirección contraria a la que debería haber tomado para comprar los cigarrillos. No llevaba el móvil, pero sí la cartera con el dinero y la documentación. Todo son especulaciones. Sospechamos que salió a comprar los cigarrillos y por agradarle la noche decidió dar un paseo -algo habitual en él-. Se sintió mareado, sacó el móvil para llamar a su mujer y en ese momento se desmayó y dio el golpe en la cabeza, abriéndole la brecha que ha necesitado 12 puntos de satura. Si alguien pasó a su lado, imaginaría que era un indigente que se había echado a dormir en la acera, aunque hacía bastante frío, o un borracho que no ha podido llegar a casa. Entretanto mi suegra se había ido a la cama, convencida de que su marido estaba encerrado en su despacho; hasta que el timbre la despertó a las tres y pico. Era un vecino que trabaja de mosso d'esquadra. Él mismo la llevó al hospital. Y allí estuvo, en la sala  de espera de cuidados intensivos, desde las tres y pico de la madrugada a las seis de tarde, alimentándose exclusivamente de café con leche de máquina.

Por fortuna todo ha salido bien. El miércoles le dieron el alta sin haberle encontrado nada fuera de lo normal en una persona que ronda los 70 años. Algo de colesterol y el consejo de que deje de fumar.

Guille se quedará unos días más; yo volví a mi monotonía cercenada porque estaban hormigonando los forjados más importantes del edificio del Campus de la Salud y la aparejadora, que no ha tenido mucha experiencia a pie de obra y no confía en sí misma, es incapaz de diferenciar un redondo del 25 de otro del 16.

Pero como todo elemento amputado, ahora mi monotonía sólo es algo que existió pero que ya no está. Sigo mi rutina diaria, mientras que en mi imaginación estoy limpiando la capa de polvo que han acumulado los muebles de mi piso de Barcelona en más de un año de ausencia y que la necesidad de ocupar el tiempo en otras cosas los días que estuve allí, me impidió hacerlo. 

4 comentarios:

  1. Bueno, parece que al final no fue nada grave, sobre todo porque le han aconsejado que deje el tabaco. Lo malo es cuando el médico te dice:
    ¡Ya sigue fumando!.

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    1. Jajaja es verdad. No era la primera vez que le aconsejaba el médico que dejara de fumar. En mi familia nadie lo hace. Ya es hora de que cambie ese hábito. Dicen que después de un buen susto, es más fácil conseguirlo.

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  2. Vaya susto raro. Deseo se haya quedado solo en eso. Besos.

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    1. Muchas gracias. Sí, por fortuna ya está casi completamente bien. Le sigue doliendo la cabeza un poco, pero es comprensible: fue una brecha enorme. Ya está en casa tranquilamente.

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