sábado, 11 de febrero de 2012

Las fronteras del alma

Siempre que recuerdo que hace pocos años me operaron de apendicitis, imagino que de haber vivido  hace siglo y medio, seguramente a mi edad actual, ya estaría muerta por culpa de una peritonitis. También imagino que seguramente nadie, ante las primeras dificultades, se habría molestado en buscar la forma adecuada de enseñarme a leer y escribir, y, lo que aún es peor, por mi condición de mujer no habría podido ejercer la única profesión que siempre he tenido en mente y con la cuál realmente disfruto: la arquitectura. Conozco mis propias limitaciones y sé que mis diseños arquitectónicos nunca llegarán a ser señalados por mi nombre y apellido. Tampoco aspiro a eso, ni jamás lo he buscado. Sólo pretendo hacer casas funcionales, lo más adecuada posible para cada uno de los clientes, lo que a veces me fuerza a intentar hacerles cambiar de opinión. ¿De verdad quieren un cuarto de baño de 12.00 m² ¿Se imaginan en tan inhóspito espacio de losetas blancas una mañana de invierno, cuando la calefacción aún no le ha dado tiempo para caldear tan vasto espacio? ¿De verdad quieren meter a su hijo en una habitación de 6.00 m²? Sí, una cama y un armario caben en 6.00 m²; pero no una mesa de estudio. ¿Qué harán cuando el niño sea un adolescente y requiera más espacio? ¿Lo castigan de antemano sin que pueda llevar a un amigo a dormir a casa? A veces aflora el sentido común y cambian las superficies. Otras, la imagen de ellos mismo enseñando a los visitantes de la casa un gigantesco -enoooooooorme- cuarto de baño con yacusi incorporado es demasiado poderosa (pero siempre hay tiempo para rectificar con una reforma a posteriori).

Muy pocas veces he lamentado no seguir un camino diferente al que la propia vida me ha fijado.  Muy de tarde en tarde. Cuando me encuentro con algún compañero (de trabajo y/o facultad) y enumera con bastante apego de sí mismo sus obras más importante, las páginas que Croquis,  Alzada, Nuevos Espacios, Summa+... o cualquier otra revista de arquitectura les ha dedicado a él o sus obras o se jacta de haber trabajado con arquitectos que para la mayoría de nosotros sólo son dioses de otros firmamentos, a los que incluso no nos atrevemos a venerar por considerarlo un sacrilegio.

Al principio, cuando salí de la facultad con la imaginación sesgada por los profesores, creyendo que la buena arquitectura es sólo aquella que sirve para encumbrarnos, me esforzaba por imponerme a los clientes, sin escucharlos, sin comprender que estaban limitados por los medios económicos y, a veces incluso, por los materiales.

¿Me habré acomodado demasiado pronto a esta actitud que hace unos años consideraba  propia de los arquitectos viejos? ¿Debería esforzarme y escribir artículos que posiblemente nadie publique o presentarme a concursos que seguramente pierda? ¿Es posible que a nosotros nos vaya bien, mientras otros compañeros hace tiempo que sucumbieron, precisamente porque nos adecuamos a las necesidades de los clientes?

6 comentarios:

  1. "¿Es posible que a nosotros nos vaya bien, mientras otros compañeros hace tiempo que sucumbieron, precisamente porque nos adecuamos a las necesidades de los clientes?"

    No, BK, no es posible, es seguro.
    Me gusta mucho todo lo que dices en esta entrada. Creo, como tú, que la buena arquitectura es la que crea espacios para que la gente viva feliz, espacios que ayuden, que no agredan, que hagan la vida más fácil. Afortunadamente, hay gente como tú en este mundo.

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    1. .
      Me encanta leer tu blog, BeKá.
      :-)

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    2. Muchas gracias por tus palabras, Ángela.

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    3. Sap, estimado señor masoquista, me encanta que le gusten mis "actos diarreicos" (pelín escatológico)

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  2. Depende, si para ser eso tienes que renunciar a tu vida, a las otras cosas que no te da la arquitectura y que hacen que tu vida sea más plena... entonces es mejor ser "solo" lo que dices ser y no aspirar a ser una arquitecta de renombre (entre los arquitectos, claro, porque fuera de ahí pocos saben más de tres nombres).
    Yo es algo que hace muchos años que tengo claro: trabajo como ingeniero y procuro pasármelo bien, pero mi trabajo es solo una parte de mi vida, hay otras muchas cosas que son igual o más importantes, y la que más es mi familia, Raquel y dentro de nada Gabriel. Luego los amigos, la lectura, la fotografía... si tuviera que renunciar a eso para ser un afamadísimo investigador y no uno del montón... no lo haría, y de hecho no lo hago.

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  3. ¡Anda, ya tenéis el nombre y todo! Nosotros estamos en busca de uno (bebé, el nombre ya lo tenemos escogido desde hace bastante).

    Mi trabajo me gusta exactamente como está en este momento. Con tiempo para dedicarle a los clientes y con los suficientes encargos para no estar preocupada por el futuro inmediato.

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