miércoles, 1 de febrero de 2012

La extraña levedad de la verdad

A menudo la verdad es menos creíble que la ficción. Me gustan muchas novelas porque pasan pocas cosas, la vida de los personajes es lineal y se deben enfrentar, por lo general, sólo a un problema. 

Esta mañana he estado a punto de hacer un cambio de titularidad de un proyecto antiguo. Corresponde a una vivienda unifamiliar con garaje en Alcaudete, un pueblo de la provincia de Jaén. El promotor había venido repetidas veces a realizar mejoras de lo que ya tenía diseñado. Según se le ocurría, me llamaba, solía llegar poco después de la hora de comer, se sentaba junto a mí y me veía dibujar (a veces las ideas que están encerradas en la cabeza de los clientes son imposibles de realizar; se convierten en ridículas cuando se pasan al dibujo -ejemplo: convertir el espacio que queda bajo una escalera en un despacho-). Las ideas de este señor, por lo general, eran buenas. Quitar un dormitorio y aprovechar ese espacio para incluir en el dormitorio principal un vestidor y un cuarto de baño, fue la última. Parecía estar tan encariñado con el edificio que iba tomando forma poco a poco, que me fue inevitable extrañarme cuando esta mañana vino para que cambiara el titular de su proyecto. Le pregunté si había perdido el trabajo (la mayoría de la renuncia de los proyectos y de cambios de titular por estas fechas, se debe principalmente a eso: o el marido, o la mujer o ambos han perdido el trabajo). Al principio era reacio a contarlo, luego lo soltó en tropel. 

El hermano mayor de este señor había aceptado un préstamo de un camello, unos 60.000 €. Con ese dinero el hermano puso un bar que tuvo que cerrar al poco tiempo porque no iba bien. El verano pasado el hermano de este señor murió por enfermedad y ahora ha aparecido el camello reclamando la devolución de la deuda. Al principio no le hizo caso, pero al día siguiente de decirle que él no pensaba hacerse responsable de algo con lo que no tenía nada que ver, se encontró los neumáticos de su coche y de su moto rajados -y tenía ambos vehículos guardados en la cochera particular de la casa donde vive en la actualidad. 

Este hombre no sabía que podía pedir un préstamo por la obra que ya tiene realizada (muy superior a esos 60.000 € de la deuda injusta). Hasta me ha besado al irse. 

Dice que me lo ha contado porque se creía en el deber de informarme de lo indeseable que era el promotor que lo iba a sustituir, para que tuviera la posibilidad de rechazar la dirección de la obra. 

2 comentarios:

  1. Lo que cuentas parece de novela desde luego. He oído de alcaudeteños con mala fama, pero esto se sale. Si es que la usura...

    Saludos desde Jaén

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  2. Huy, no, pobre, el señor de Alcaudete es muy buena gente. El camello no sé realmente de dónde es. Ojalá fuera más parecido a una novela, al menos en el final. En una novela la víctima -el señor de Alcaudete- se armaría de valor y conseguiría enfrentarse y ganar al camello. Pero lo que va a ocurrir es que, por miedo -justificado, me temo- va a pagar 60.000 €, y encima está contento porque no pierde la vivienda.

    (Muchas gracias por leerme y bienvenido)

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